Hay diferentes formas de vivir en paz. Por ejemplo, hay cierta forma de paz que es vegetar, pasar por la vida evitando el conflicto, pero también el desarrollo, el progreso y la evolución. La paz que proviene del conformismo, de la anulación de nuestra voz interior, de la saturación hedonista, de la superficialidad, del consentimiento a la conducción y manipulación es una “paz somnífera”, porque adormece, evita el despertar individual y colectivo. Esa, en el fondo, no es paz.
En contraparte, se vive en paz cuando se está bien, en conciliación consigo mismo y con los demás.
Se puede vivir en paz pese a las adversidades y los infortunios, porque vivir en paz es un estado íntimo, personalísimo de carácter emocional, psicológico y espiritual.
Hay paz en las personas pese a que las condiciones exteriores y el entorno más cercano estén plagados de conflictos.
La calma, la serenidad, la paciencia, el sosiego, la tranquilidad y otras más son cualidades de esa paz interior que mantienen a raya al estrés, a la enfermedad y a los conflictos. Esa es la paz interior.
Desde la antigüedad se ha considerado a la paz interior como un estado de liberación, de felicidad, de conciencia e iluminación.
La paz interior activa, separa de la masa y afianza el camino íntimo y secreto.
La ruta de la paz interior despierta.
Estar en paz interior es despertar.
Despertar es tomar consciencia del aquí y del ahora, de lo que nos ha sido impuesto y no somos nosotros, de que el dolor puede ser inevitable, pero el sufrimiento siempre será opcional.
La paz interior es la generadora de la exterior. Difícilmente al revés. Sabedor de que referirse a la paz interior no es sinónimo de estancamiento ni de no cambio, te comparto mi poema: Pregunta.
Con la fuerza de la duda filosófica/ con la energía de una ojiva nuclear/ con la precisión de un solsticio/ con la firmeza del tridente de Neptuno/ con flecha de águila del Anáhuac/ con apuesta irreversible;/ así,/ pero más contundente,/ convincente,/ tajante,/ rotundo y categórico/ acepto ser brasa/ que produzca llama/ y genere fuegos/ donde la apatía secó la esperanza/ y la ignorancia robó sueños./ Habrá combustión/ para expulsar la paz somnífera/ y la complacencia corruptora,/ ahí donde parece/ que no se puede revertir la indolencia./ Con toda esa fuerza/ multiplicada por mil, responde:/ ¿me acompañas
Desde la paz interior todo, fuera de ella poco se logra.
Expandir la paz interior es clave.
Trasladarla al ámbito social es vital.
Diferenciarla de la somnífera es el punto inicial de partida.
Vale la pena darse cuenta. Vale la pena intentarlo.
Chema Blanco es un escritor peculiar al que no me gustaría perder de vista. Su primer libro se sale de la línea habitual de publicación, pues es un libro de relatos que algunas personas han catalogado como erótico, y que impacta con el título, ¿Santifornication?, pero que él defiende lejos de etiquetas. Su deseo es no ser encasillado en ninguna temática concreta y sus planes futuros pasan por escribir desde teatro hasta novelas en gallego.
En una habitación inundada por el aroma de café recién hecho, Javier, un poeta de mediana edad con ojos hundidos y cabellos encanecidos, observaba los montones de papeles desperdigados sobre su escritorio. Había recibido el diagnóstico apenas unas semanas atrás: cáncer terminal.
Cuando por primera vez aparece en el mundo literario “La Vegetariana”, la célebre novela escrita a tres voces por Han Kang, la escritora Premio Nobel 2024, su país se encontraba gobernado por Roh Moo-hyun, un abogado que intentó alianzas y se suicidó en mayo de 2009. Supuestamente, una denuncia de corrupción lo torturaba.