En esto del asombro, descubrimos primero, hablamos y no acabamos. Mejor dicho, decaen las primeras impresiones y terminamos aplanados en medio de los hábitos costumbristas. Y contentos si los furiosos avatares no consiguen abatirnos a niveles peligrosos de hundimiento anímico.
Con las primeras luces vislumbramos características contrapuestas de las novedades; de signo espléndido levantadoras del ánimo o por el contrario, de carácter demoledor cuya continuidad aplasta cualquier ilusión. Quizá convenga plantearnos como nos implicamos en esos descubrimientos ASOMBROSOS en torno a los detalles ambientales y de las propias actuaciones en los entornos entrañables.
Ante cualquier eventualidad se multiplican las opciones de cara a una respuesta concreta; pero así mismo confluyen los matices imaginativos individuales, también son reales. Uno puede permanecer indolente, por incapacidad o simple desidia; bloqueado por ese talante, no sale de su inactividad, se instala fuera de su propia corriente vital. En cambio, resulta fascinante la SEDUCCIÓN provocada por esas disyuntivas estimulantes, su vertiente creativa nos impulsa en la búsqueda de las mejores decisiones. Son respuestas aventuradas por su carga de indeterminación inherente a los humanos; pero abiertas a las iniciativas espléndidas en una constante renovación ilusionada y participativa.
En nuestras andanzas nos reciben resistencias de una amplia gama. Los diversos elementos del mundo inorgánico, materiales o fuerzas físicas, nos admiten con sus reservas. También sucede con los seres animados, sobre todo los de la misma especie. Es dificultoso establecer contacto con el sentido del lenguaje externo para expresarnos debidamente. A punto de vernos fuera de cualquier rumbo, surge espontáneo el arrebato INTUITIVO. Enciende la llama desde la brasa interna, de la cual no conocemos los límites ni sus auténticas influencias. No se rige por las normativas externas, supera esas limitaciones. La sorpresa inicial convierte en irrenunciable a ese impulso emergente individual; sin él quedamos varados.
Nunca advertiremos una equiparación en su totalidad de los códigos utilizados en el exterior con las aportaciones matizadas por las conexiones internas; circulan con determinadas maneras fraguadas con mimbres distintos. No es una confrontación propiamente dicha, aunque es evidente el contacto ineludible entre ambos, en la medida de la experiencia vital iniciada. Aquel arrebato de los primeros lances se transforma en percepciones de sintonía o divergencia. Aparecen las INQUIETUDES confrontadas con las sucesivas circunstancias; se produce una progresiva entrada en materia sin conocer el alcance de las propias posibilidades. La manifiesta complejidad deja en evidencia a quienes pretenden adueñarse de las respuestas.
A la verdad, a la mentira, al Universo entero, los miramos con muchos ojos diferentes; al ambiente multiforme todavía le añadimos las perspectivas. Para referirnos a ese abanico de las existencias disponemos de gestos, pero en especial del lenguaje, de las palabras, en su doble efecto; emitidas y percibidas de manera diferente. Pronto avizoramos que no se entienden igual, con notables enredos bien perceptibles. Tras el chasco de las primeras discordancias, comprendemos la necesidad de involucrarnos en la fascinante TRADUCCIÓN de esos sentidos cambiantes. Prestando un poquito más de atención a ese menester, sale a relucir la iluminación de un nuevo ámbito de mayores satisfacciones.
En esto de ser como persona poseedora de unos atributos y vivir en los ambientes correspondientes, surgen matices importantes de diferentes dimensiones. Cuando miramos hacia donde nos dirigimos; los fines, las metas, no sólo se diversifican hasta la intemerata, se diluyen en un fondo confuso. Llegamos a hablar de EXPERIENCIA real como si fuera la única, descuidando las numerosas repercusiones ramificadas de terca presencia. Asombrados o no, detrás de las intuiciones, inquietudes, circunstancias, lenguajes; descubrimos varios frentes simultáneos y relacionados entre sí. Hallamos esa experiencia irrenunciable, flotante, inverosímil; pero de una consistencia que nos define.
Las percepciones siempre son un material en bruto. Para su buen uso, requieren del eficaz procesamiento posterior; y el único procesador con ciertas garantías está dentro, dado el entramado dinámico de señales intervinientes. En este condimento se precisan unos buenos chorretones de franqueza; al escoger, al aportar, al trillar con ese conjunto. En esto también parecen alejados los milagros, aunque abundan los misteriosos recovecos. Si algo podemos hacer en el ejercicio de nuestro papel, radica en la SINTONÍA establecida; de no tenerla en cuenta, apenas sobrepasaremos el simple valor de unas partículas.
Estamos muy apegados a las formas visibles de lo material, imágenes, dinero, esquemas preestablecidos. Dejándonos captar por ellas iremos a remolque como desposeídos. Eso nos acontece a pesar de los archisabidos entrecruzamientos sobre los cuales estamos constituidos sin ninguna estabilidad garantizada. No somos seres unívocos, formamos verdaderas constelaciones; las pausas sólo vienen a ser equívocos momentáneos. Detentamos una larga serie de DIMENSIONES desconocidas en los extremos. Queda la otra opción, la de dejarnos seducir por la apertura hacia las posibilidades creativas, con la magnífica ilusión de ser protagonistas de la propia vida.
Estas ilusiones lanzadas al vuelo resultan incómodas, porque tropiezan con la intrincada madeja de mecanismos, funciones y esquemas preestablecidos; así como las numerosas maneras de interpretarlos por parte de los congéneres presentes en cada época. La comodidad o la pereza adheridas a la RUTINA suponen un ofrecimiento continuado, conducente al apagamiento progresivo sin alicientes, siendo arrastrados de manera despiadada hacia quién sabe dónde y cómo. Con estas trazas, procede un revulsivo por nuestra parte, el de una sorpresa en forma de INCONFORMISMO sin renuncias absurdas. Ante las heridas intempestivas en contra, destapemos el coraje interno para asimilar las circunstancias.
El repiqueteo sobrevenido desde las afueras intenta convencernos de un realismo novedoso, un hiper-realismo, propagado de manera estentórea e intolerante. Sus decibelios insistentes acaban por demostrar justo lo contrario. Cuanto mayor énfasis en sus dictados ruidosos, se reduce su posible sentido. Este siempre está implicado en una gran complejidad, que dificulta el conocimiento del ser de otras personas. La reducción a sus consignas es una OBSCENIDAD en flagrante exposición.
Reñidos con la inmediatez de sentirnos atraídos por esa reducción, a base de falseamientos incompletos y nefastos; saltamos con la sorpresa fascinante del volcán interior intransferible. Reivindicamos así la PRESENCIA activada sin dejarnos embaucar por las movidas simplonas y alocadas.
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