Este fin de semana pasado se han mofado las redes sociales de Pedro Sánchez a más no poder. El departamento de Comunicación de Moncloa nos lo han presentado con camisa rosa y colgado al teléfono como si él solo estuviera resolviendo el conflicto entre Rusia y EE.UU., con Ucrania en el medio y la Unión Europea en comisión de servicios. Lo de Sánchez «El mentiroso», como dijo el ciudadano charro aprovechando la visita del innombrable a su pueblo, da para memes, chistes, comentarios y mofas. Pero no sólo.
Lo más llamativo es que nos lo han presentado con el teléfono en la mano derecha y escribiendo con la izquierda, cuando sabido es que no destaca precisamente por ser ambidiestro (también es válido decir «ambidextro»). En otra pose lo vemos con el teléfono en la izquierda y escribiendo con la derecha, lo cual parece más lógico. Dudoso es que estuviera hablando con alguien. Es una mentira más, pero ésta de imagen falsificada y pretenciosa.
Pero el colmo de las fotografías es que detrás de la pantalla del ordenador y en primer plano para el espectador nos plantan la cartera ministerial de «Presidencia del Gobierno», lo que demuestra que son poses simples con afán de divulgación para dar a entender que el presidente está preocupado y ocupado con un tema en el que ni siquiera la UE le ha dado cancha, y mucho menos el presidente americano. Hasta en eso nos engaña «El mentiroso» de Moncloa.
Resulta vergonzoso que todo lo hagan pensando en la pose y en el «figureo», lo que prueba el vacío que Pedro Sánchez representa para la Unión Europea, la inutilidad en que se le cataloga desde EE.UU. y el frontispicio de estupidez en que tenemos a nuestro presidente. No hay apartado o aspecto donde no se le vea el plumero. Ya decía Tierno Galván que «las promesas se hacen para no ser cumplidas». Lástima que no tengamos políticos serios que hayan estudiado a Balzac: al menos sabrían que «la constancia es el fondo del acierto».
Al menos, Iván Redondo sabía tapar ese tipo de ridiculeces preelaboradas, pero el nuevo jefe de Gabinete de Presidencia –Óscar López-- está más descentrado que Garzón con la ganadería, el chuletón y las inexistentes macrogranjas de Castilla; Irene Montero con el lenguaje inclusivo;la Yoli con la reforma que no pasa de ser un intento fallido de insensatez contra los trabajadores; los sindicatos cutres sin afiliación o Pablo Iglesias responsabilizándose de las residencias de mayores aquel luctuoso 19 de marzo de 2020.
Moncloa ha quedado como Cagancho en Almagro al distribuir esas fotos con postureo presidencial y ridículo posado. Lo justo para sentir vergüenza ajena. A pesar de las fotos mentirosas, Sánchez se ha pegado un fin de semana a todo tren; tras ese postureo pillado, debería decir qué hizo, pero sin mentir. Si él no lo dice, otros lo dirán y quedará como el mentiroso que es, el traidor que ya lo ha demostrado y el tonto que piensa en que son los demás los que tontean. ¡Pobre gaznápiro asnado! A la primera de cambio le han dejado tirado. Ni han contado con él. Joe Biden se ha reunido por videoconferencia con numerosos presidentes, además de con la presidente de la Comisión Europea y el presidente del Consejo Europeo. ¿Y Sánchez? Pues a Sánchez lo han saltado, se han olvidado de él, sencillamente lo han despreciado por innecesario y porque saben hasta dónde llega o cómo puede traicionar o irse de la lengua hablando de más o mintiendo en exceso.
Con la brutalidad cometida por Moncloa, se nos han reproducido las imágenes del «sketch» de las empanadillas de Móstoles. Y, los más agudos, han querido ver a Miguel Gila, teléfono en ristre, intentando parar la guerra, negociar el alto el fuego por un cumpleaños o reclamar rebajas en la calefacción del colegio porque su niño podía ir caliente desde casa. ¡Qué ocasión más idónea para cesar al jefe de Gabinete de Comunicación de Moncloa y al de Presidencia! Han sido el hazmerreír de medio mundo, por no decir del mundo entero. Pero parece que a Sánchez le gusta y atrae la falsedad del postureo, aunque sea imitando a J.F. Kennedy.
Sánchez se ha sentido, durante las fotos, como un niño con zapatos nuevos, pero le ha durado menos que un caramelo en la puerta de un colegio. La única verdad es que sí habló tres minutos con Ursula von der Leyen y su mensaje se quedó en la importancia de mantener la unidad de los Veintisiete. Y para eso, desde Moncloa removieron Roma con Santiago. Algo así como aquellos 29 segundos que lograron en el pasillo con Biden, aprovechando el derroche de la última Cumbre de la OTAN, y que nos costó el ojo de la cara. ¡Con lo bien que ese dinero hubiera ido allí donde fuera necesario!
Sabido es que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, no sabía para qué le habían pasado con el secretario general del socialismo a la española y tristemente presidente de la descompuesta y traicionada España. La actitud de Sánchez con Jens me recuerda a aquel alumno que llamó a casa del profesor para que le apuntara las preguntas del examen, con el fin de no perder tiempo estudiándolo todo. Vamos, el tonto de la clase se hizo notar. Y tanto, casi tanto como se ha hecho notar nuestro presidente.
El ninguneo que de él han hecho todos los líderes políticos es la prueba de que, mientras siga acompañado por la extrema izquierda comunista, pintará menos en el panorama internacional que la Tomasa en los títeres. Y no será porque no se lo han demostrado. La UE y EE.UU. no están dispuestos a que sus proyectos se filtren al otro lado del Atlántico y sean manoseados por el comunismo bananero de los dictadorzuelos de corte bolivariano.
En fin, cuando en junio llegue la Cumbre de la OTAN, que se celebrará en Madrid, comprenderán lo de la importancia de la Tomasa en los títeres y el postureo de «pagafantas» que acompaña a Sánchez, uno de los grandes errores de la ciudadanía española y del parlamentarismo español.
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