Buenos días, era la orden del nuevo día. El anciano y su literatura, forman parte del distintivo café que degustan por la tardes. La gran experiencia de la vida. Desde ese tiempo, se alquilaba una cuartería de madera, en donde, el o los ancianos, nacieron en vejez y se hicieron hombres jóvenes, con sus tremendos diálogos por las tardes y la suculenta taza de café con pan y mantequilla, y ante aquellos días de intenso clima cálido, los ancianos que vivían en esa cuartería disfrutaban a lo intenso con su taza de café y sus diálogos como todo joven. Es por eso que, cuando dialoga un joven con un o unos ancianos nadie en esos momentos o instantes es viejo, cada diálogo acaecidos es joven, vida ante la vida.
Todos los días, fuimos invitados a tomar una taza de café, donde un viejito, penetramos a la casa y el asombro fue que, los viejito tenían una gran cantidad de libros. Fue tan agradable la conversación que, tomando café formábamos parte del día. Y nace la vejez como hombre joven. Y al ver toda esa literatura me dije: Este señor es sabio. -El diálogo transforma al hombre en joven -expresó Amando a Carlos la prensa, mientras el anciano preparaba un café-. -Si cuando estás dialogando no se dialoga como viejo, lo haces como joven -le señaló Carlos la prensa-. -Así es, porque él o cada dialogo o conversación, nunca es viejo (a) es una recreación de la mente, cuando es ameno -repuso Amando-.
-Aunque, ante el o los síndromes de las noches, y conversando bajo su manto azabache, su textura dicta las formas entrelazadas dónde están las fibras, de ese tejido-inquirió Carlos la prensa-. -Por supuesto, en la (s) noches su penumbra, sus sombras, y el amanecer produce una sensación visual, táctil dándole una palmada sobre algo que nadie se imagina, ni conoce, porque su fuerza tenaz es expresión como un instrumento -recalcó Amando-.
-Claro. Con un tic, tac, tic, tac, apresuradamente infernal sombras noctámbulas, que con voz aflautada nos muestra un ruido protervo-respondió Carlos la prensa-. -Es una gran verdad, ante silente noche (s) el ladridos de perros, de transeúntes que se desplazan, y allá…, a lo lejos se escucha el caracoleo de unos caballos, descargas de carcajadas, esas olas fluyen de las maniobras de este torbellino que se da noche a noche y, aunque su mirada sea aguda e inquisidora, el pobre tiempo de la noche no puede hacer nada por salvar su tiempo, es un síndrome mancebo -asustado replicó Amando-. -Pero, su belleza, su nobleza cobija el desplazamiento entre neblina, sombras, tinieblas, pero ese tiempo pide resguardo, para que no impere lo furtivo, y, lo procaz-le exponía don Carlos la prensa-. -En fin. La noche merece respeto y haciéndonos disfrutar la armonía de sus tonos, medios tonos, ritmos, tiempos, corcheas, negras y etcéteras, y sus notables figuras musicales, y su versificación aciclonada con sonidos, y con situaciones que se pueden aprovechar para el bien -señaló Amando-. -Aunque las noches son aparentemente calmas, y con su alumbrar lunar, trasmite nobleza, que las noches no sean un síndrome del mal-repuso don Carlos la prensa-. En ese momento, el anciano Humberto sonriente aparecía con un pichel, unas tazas, pan con mantequilla, todo lo puso o ponía en la mesa, y les dijo: amigos podemos servirnos. El otro anciano José muy atento meneó la cabeza dando el visto bueno. Esta realidad era todos los días a las tres de la tarde y se prolongaba a veces una hora o una hora y veinte minutos, porque después, los jóvenes visitantes, tenían que continuar en sus labores de artesanos del calzado.
Estar inmiscuido en esta noble realidad, en el año 1970 con estos ancianos que vivían en una caserío, era un deslumbramiento a mi edad, ellos eran pensionados, sabios, vivían leyendo y conversando cosas agradables, rentaban una casa de madera, pero al entrar se percibía siempre un ambiente de paz profunda, con sólo ver a estos ancianitos, sus delicadezas con sus atenciones, sus ilustraciones como sabios de la vida y del conocimiento de sus lecturas.
Esta realidad se vivió “en carretera San Sebastián, en un callejón descalzo-sin pavimento-tipo camino en Costa Rica”, ahí estaba el taller de artesanía del calzado de don Carlos la prensa (qepd), allí mi hermano me llevó como su ayudante desde temprana edad, tenía 15 años no cumplidos, y la jornada de trabajo como inmigrantes era del mes de septiembre hasta diciembre-3 o 4 meses, para poder sobrevivir y ayudar un poquito a nuestra madre, después regresaba a mi país, a veces mi hermano se quedaba.
Después al año siguiente me mandaba a traer para volverle ayudar, y así sucesivamente dos o tres años fui inmigrante, y conocí a estos ancianitos. Así, era la vestimenta antigua, ante la joven. Es. Toda, una inmensa experiencia de nunca olvidar.
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