Hace ilusión ver cómo los deportes van recuperando la asistencia masiva de todo tipo de personas interesadas. Hace ilusión volver a oír desde la calle los gritos de los aficionados. Hace ilusión contemplar la salida de los campos y escuchar las animadas conversaciones. Hace ilusión poder volver a la convivencia humana en todo tipo de actividades. Sólo hay un lugar en el que parece que la pandemia no ha decaído. Un lugar… en el que, por desgracia, siempre ha sobrado sitio. Un lugar, refugio del creyente… Un lugar de reencuentro… Un lugar de fe…
La llave, fácil herramienta para una falsa protección, se ha adueñado del espacio de todos. La llave, fiel acompañante del fracaso de muchas ESPERANZAS. La llave, cómoda carcelera, olvidadiza de las necesidades del reo pecador. Mi “Iglesia”, cerrada, vacía del cariño que acompaña, contempla en silencio el paso callejero, cada día más indiferente.
Fe “online”… Oración “online”… Convivencia “online”… Jesús “online”… ¿Falta seguridad? o ¿falta celo religioso?
Dios está en todos los sitios, pero a mi generación, nos enseñaron “su casa” y nos invitaron a visitarla cuando nos apeteciese.
Hoy, parece ser, el miedo… el temor… el por si acaso… se han adueñado del Sagrado recinto… Las puertas abiertas, parecen dejarnos ver desde la lejanía al amigo, al que nos aconsejaron acompañar… Todo esto es difícil de entender… Sobre todo, el silencio que rodea esta situación… Los creyentes tienen derecho a una misa… a un servicio de comidas… a catecismo infantil (pagado)… a llamar por teléfono en caso de necesidad de confesión…
Parece que DIOS está muy ocupado… Quizás, puede ser, que sea el “servicio” de la CASA lo que falle.
Nos refugiaremos en el silencio trapense y hablaremos con San Rafael Arnaiz, “Hermano Rafael”… Le contaremos que su Jesús, por motivos desconocidos, está solo y que lo único que hace es saludarnos desde lejos… A lo mejor tiene clausura, como tú, Hermano Rafael”. No lo sé… No entiendo nada…
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