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Las personas que nos caen mal también son nuestros prójimos

​Amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos, resume la totalidad de la enseñanza cristiana
Francisco Rodríguez
martes, 22 de febrero de 2022, 10:05 h (CET)

Sin duda la edad lo va volviendo a uno desconfiado y quisquilloso. Creo que no tengo enemigos declarados sino gente me cae mal a derecha e izquierda. Sin duda que yo también caeré mal a mucha gente ya que mis opiniones sobre el matrimonio, la familia, la confusión de sexos y hasta el uso del lenguaje, no es lo que mayoritariamente se lleva en este mundo progresista que me ha tocado vivir.


He estado hoy en mi centro de salud. Veo un gran cartel con una foto de boda. Me acerco a leerlo y quedo sorprendido por el texto que acompaña, anunciando que pueden aconsejar a la mujer que se quiera separar sin esperar a tener setenta años. Nosotros, que hace casi sesenta años que nos casamos, no hemos pensado en ningún momento en separarnos, nos prometimos fidelidad para toda la vida.


Cuando oigo hablar de “pareja” en lugar de esposo y esposa, me temo que puede ser una unión de escasa duración que dejará un rastro de hijos de los sucesivos emparejamientos lo que parece fatal.

Volviendo otra vez a lo que antes decía de gente que me cae mal, en la misa de ayer domingo, el celebrante leyó del evangelio de San Lucas los versículos 27 al 38 del capítulo 6 que nos dice que hay que amar a los enemigos, bendecir a los que nos maldicen y orar por los que nos calumnian y he quedado inquieto pues no rezo por las personas que me caen mal, ni pido bendición para ellos ni oro por los que me odian por manifestar y defender valores cristianos.


Desde que empezó la pandemia nuestras iglesias perdieron clientela y la merma de gente sigue, aunque ya no se exija la limitación de aforo. Solo se llena la iglesia en el caso de las misas de difuntos, aunque se nota que los asistentes no tienen ya costumbre de asistir a misa y solo cumplen un deber de amistad o familiaridad.


Aunque en el padrenuestro rezo: “perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” no llegué a calar que también tengo que amar a los que me caen mal y además no sé cómo hacerlo.


Por eso he de poner más interés en rechazar cualquier actitud de aversión a los que me caen mal y el compromiso de rezar cada día por ellos. Me temo que no me será fácil ya que la crítica a lo que hace o dice el prójimo la tengo bastante arraigada. Disentir, sin acritud, es una tarea pendiente.


Como es natural seguiré defendiendo los valores cristianos, pero evitaré una “cruzada” contra quienes no los aceptan o simplemente los ignoran. También evitaré formar capillitassolo con los que piensan como yo y estaré presto a dialogar con todos, sin acritud, sin paternalismo, sin creer que siempre tenga la razón de mi parte.


Hoy ha salido un articulo de buenas intenciones y pido a mi ángel de la guarda y sobre todo a la Santísima Virgen, que me ayuden a mantenerlas.


Estas pobre reflexiones mías las ofrezco a quienes me lean, por si le parecieran de interés. Hagamos lo posible por conseguir un mundo más humano y fraterno lejos de guerras y enfrentamientos.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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