La guerra con Rusia, país difícil de presionar "por todos lados", considerando su geografía interminable, no fue aventura fácil para Napoleon y tampoco para Hitler. Franco la eludió enviando bajo estatus de "voluntarios" a su División Azul al frente ruso. Cuentan que por negarse a declarar la guerra a Rusia, el rey Boris de Bulgaria fue envenenado discretamente por orden de Hitler en la última etapa de la Segunda Guerra Mundial.
El ilustrado canciller paraguayo Euclides Acevedo, abordó esta semana la guerra ruso ucraniana en inusitada profundidad para los rangos de la diplomacia paraguaya. En una de sus agudas apreciaciones, dictaminó que veía difícil detener el avance ruso con comunicados, una velada crítica al proceder de la OTAN.
No está demás puntualizar que Rusia es un importante comprador de carne paraguaya, producto clave para la economía del país.
Fue luego que los embajadores de la Unión Europea y Japón acudieron a reunirse con las autoridades diplomáticas paraguayas preocupados por la posición del Brasil, renuente a contrariar a Putin.
Subitáneamente y en similar clave de pragmatismo político, Putin sugirió a la cupula militar ucraniana ejecutar una "Operacion Walkiria" contra Zelensky, acusandolo de ser un vulgar imitador del colaboracionista nazi Stepán Bandera y de haber tomado como rehén al pueblo ucraniano. Bandera, algo así como un padre de la patria ucraniana, fue en efecto colaboracionista nazi. Luego de ser aliado de Hitler ( Como suele suceder en internas nazis y neonazis) acabó apresado por sus padrinos de la Gestapo.
Los publicistas soviéticos contribuyeron a la confusión en torno a su polémica figura. La propaganda de Moscú instrumentó el parecido de Bandera con el jerarca de la Gestapo Reinhard Gehlen, exhibiendo fotos del segundo vistiendo uniforme nazi, y presentándolo como el ucraniano. Con la providencial complicidad de una apariencia de hermanos gemelos, la propaganda resultó exitosa.
Como Gehlen había sido cooptado por Estados Unidos en virtud de la operación secreta "Paperclip", no estaba en condiciones de realizar aparición pública alguna para desmentir versiones que cubrían sus crímenes de guerra.
Tras rendirse en marzo de 1945 a los norteamericanos en Baviera, pudo viajar cómodamente en primera a EEUU para organizar los archivos de la CIA sobre Europa del Este. Había ocultado sus archivos sobre el Frente oriental en un lugar de los Alpes sólo conocido por él, así que era un consentido de sus nuevos patrones.
Luego de varias operaciones exitosas contra el Pacto de Varsovia, Estados Unidos lo transfirió con todos los honores a la Alemania Federal donde siguió con su labor ocupando altos cargos. Sin mayores sobresaltos, convertido en ojos y oídos de la OTAN sobre el tema Europa del Este, murió plácidamente en 1979.
Su gemelo Stepán Bandera, exiliado por los soviéticos, murió asesinado en el umbral de su casa de Munich, por un disparo de cianuro realizado según la versión oficial por un agente del KGB. Al cabo de la guerra fría, regresó como ícono en billetes, estampillas y monumentos ucranianos.
Dice un proverbio ruso que añorar el pasado es correr tratando de alcanzar el viento. Es difícil enterrarlo, dada la extendida creencia de que el historiador es un profeta con la vista puesta hacia atrás. Y aunque se crea que el pasado no puede cambiarse, los historiadores lo hacen todo el tiempo.
La guerra en Ucrania es una prueba más del laberinto donde podemos llegar a perdernos partes de la historia cuando somos incapaces de continuarla.
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