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El mundo está raro

Todos tenemos a nuestro alrededor alguien que es capaz de sintetizar en una sola frase toda una situación compleja y complicada
Manuel Montes Cleries
lunes, 28 de marzo de 2022, 09:15 h (CET)

Aquellos que somos excesivamente meticulosos a la hora de digerir las trascendentes alteraciones que se producen a diario en el campo de la política, la economía o la sanidad, asistimos admirados a las frases lapidarias con las que algunos privilegiados dan una solución o, al menos, desechan de su mente, las diversas vicisitudes con las que nos encontramos a diario.

       

A la guerra abierta, la pandemia, la subida generalizada de los precios, la escasez de algunos alimentos y la ruina latente para algunos sectores de la economía, se ha unido la extraña meteorología que nos ha acompañado a lo largo del mes de marzo. En la última semana hemos pasado de la casi declaración de un decreto de sequía, a unas lluvias violentas y pertinaces que han llegado a convertirse en peligrosas en algunas poblaciones. Encima parece que la naturaleza se ha ciscado en nosotros en forma de diarrea. Las enjalbegadas paredes de nuestras casas han tomado un sospechoso color semejante al de  los pañales de los bebes. 

        

Ante todo eso, la persona que ejerce de comentarista filosófico y transmisora de la verdad absoluta que tengo a mi lado, reacciona con un comentario lapidario y definitivo: “el mundo está raro”. Pero se puede arreglar.


Ante esta verdad incuestionable me tengo que descubrir. La solución está en nuestras manos. La historia nos ha demostrado que la humanidad ha superado las grandes catástrofes con un poco de buena voluntad y un mucho de adaptación a las nuevas situaciones. La capacidad de reacción del ser humano es infinita. En eso estriba mi buena noticia de hoy.


A lo largo de unos pocos días, los europeos, especialmente los españoles, hemos dejado de lloriquear y de quejarnos de la invasión rusa en Ucrania (eso lo hemos dejado en manos de una diplomacia inoperante). Nos hemos puesto a la tarea y ya se han acogido unos 80.000 refugiados. Se les ha dotado de lo imprescindible, acogido en nuestras casas, escolarizado a los niños y transmitido un cariño, una gran dosis de solidaridad y una esperanza de un futuro alejado de conflictos bélicos. Una buena noticia.

      

Otra buena noticia que podemos reseñar, es la presencia de un grupo de voluntarios, pertenecientes a Volcaima, que atiende constantemente unas líneas telefónicas abiertas con el fin de atender y encauzar los donativos, ofrecimientos y peticiones que intentan paliar esta urgente necesidad del pueblo ucraniano surgida de una desesperada situación.

       

El día a día está embarrando nuestros corazones de la misma manera en que el barro, procedente de la lluvia y la calima mezclados, ha emporcado nuestras paredes y nuestros vehículos. La buena voluntad, el buen corazón y el sentido solidario latente en el ser humano nos han permitido, nos permiten y nos permitirán en el futuro, hacer frente a estas dolorosas situaciones. Al igual que hemos lavado nuestras paredes y nuestros vehículos librándolos de esa suciedad, una mano de conciencia y un tirón de cuanto bueno hay dentro de nosotros, nos permitirá eliminar esa mala leche que nos invade y ofusca nuestros sentidos.

        

Es verdad que el mundo está raro. Como dice la filósofa que acompaña mi vida: “Arreglar lo que podamos, no amargarse por lo que no podemos solucionar y vivir el presente lo mejor posible. El futuro… ya vendrá. Para qué nos vamos a preocupar por anticipado”.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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