Comunicó recientemente el Gobierno de Marruecos la recepción de una carta remitida por Pedro, en la que reconocía este el derecho del país alauí a anexionarse el llamado Sahara Occidental ―provincia española hasta 1975―, con cierta autonomía, pero sin posibilidad en ningún caso de llevar a cabo un referendo de autodeterminación, como reconoció la ONU en su momento, y es motivo de reivindicación desde entonces por entidades locales tanto civiles como militares.
Durante todo este lapso, muchos ciudadanos saharauis abandonaron el continente, mientras otros se han visto obligados a morar en campamentos de refugiados al sur de Argelia durante décadas, en condiciones, digámoslo así, poco dignas.
Las reacciones políticas a la referida carta no se han hecho esperar, y aquí cada cual acerca el ascua a su sardina, según programa, intereses partidistas, o lo que proceda, con tal de pillar cacho en el telediario. Nada nuevo bajo el sol.
Acusan unos a Pedro de echarse el zurrón a la espalda y tirar p'alante, sin siquiera consultar al Parlamento, que al parecer es lo que procede cuando de asuntos de política exterior se trata. Dicen sus acólitos que el reconocimiento tiene una contrapartida la mar de beneficiosa, cual es que se olvida Mohamed a partir de ahora de anexionarse Ceuta, Melilla, el archipiélago canario, y puede que hasta Andalucía toda y parte de la meseta castellana, ya puestos. Me reconozco un absoluto ignaro en materia geopolítica, pero percibo yo a los sátrapas en general insaciables en sus peticiones, y que este hombre se olvide así como así de los terrenos que le pillan cerca, me parece raro, raro, raro… Mas quisiera yo aquí aportar alguna conjetura añadida a las ya comentadas. No sé, baraja mi cabeza la posibilidad de que Pedro ni haya actuado en nombre propio ni en nombre del Gobierno que preside ni por supuesto en nombre del Parlamento. ¿Podría ser?
Hombre, por poder, puede, pensará más de uno. Pero en tal caso, ¿en nombre de quién remite una carta de contenido tan sensible a Mohamed? Quizá esté detrás de la misiva alguna de esas entidades supranacionales de las que tanto se habla últimamente, y que algunos achacan a la mera superchería paranoica. Vamos, y para que nos entendamos, que Pedro sea en la práctica una simple marioneta de dicha estructura supraestatal, donde los estados están ya más cerca de ser peones de una partida de poder que de constituir estados propiamente dichos, como más o menos los hemos conocido siempre. ¿Podría ser?
Se me ocurre que a lo mejor existen hasta documentos manuscritos en los que se ordena la bajada de pantalones, porque de lo contrario las cuentas no salen, y el balance final ha de cuadrar como sea, si determinados gerifaltes quieren conservar el calorcito del despacho, los halagos ―por muy sobreactuados que sean―, y el coche oficial con chofer uniformado. No digamos ya la mansión a pie de playa y el yate presto en todo momento a una excursión marítima. Reconozcámoslo: hay gente que vende su alma al Diablo por tales detalles, y aun por muchos menos. Quizá la orden de agachar las orejas se fraguó allende los mares, qué sé yo, en el siempre soleado estado de Florida, USA. Un poner. Acaso surge el interés del reconocimiento oficial de la famosa masonería, esa organización fraternal, discreta, humanista, solidaria y una interminable retahíla de virtudes más, pero siempre envuelta en la sospecha y el recelo. Es lo que tiene la «discreción». Logias hay por todos lados, y seguro que Miami no es una excepción. ¿Podría ser?
¿Podría ser que se valgan ELLOS de intermediarios para trasladar sus deseos de la «cúpula» a la MARIONETA de turno, qué sé yo, un ciudadano José Luis, por elegir un nombre bien común entre los españolitos, o mismamente Margarita, en un guiño a la recién estrenada primavera? Quién sabe. Afirman ciertos analistas políticos (no los busquen en los grandes medios, pues no moran ahí) que el misterioso Nuevo Orden Mundial, lejos de ser un [oscuro] proyecto a largo plazo, está ya bastante cimentado en las sociedades occidentales, aprovechando el acelerón que le ha proporcionado la «pandemia» para probar según qué cosas, y confirmar según qué resultados. Y no parece que hayan quedado descontentos de los frutos recogidos. ¿Podría ser?
Y hasta me ha parecido oír en alguna parte que, de existir tal cosa, tras el supuesto NOM estaría agazapado una suerte de deseo expansionista de ciertas «identidades», a las que alimenta una mezcla de religión litúrgica y deseo de agradar a quien les señaló como Pueblo Elegido, se supone que por no defraudarle tras el detallazo. ¡Ninguna broma!
A lo mejor casi nada es lo que parece, y los flamantes presidentes de gobierno no presiden tanto, y más responden a la figura de tristes chicos de los recados de los que sí mandan de verdad. A lo mejor va a ser esto la anunciada a bombo y platillo «nueva normalidad». ¿Podría ser?
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