Mi reflexión de hoy no se refiere al largometraje español con el mismo título. Aquél que tanto éxito alcanzó en el año 1969. Aquel film era de suspense y terror. Una película que fue dirigida por Narciso Ibáñez Serrador y que elevó al mismo a los altares de la cinematografía. En este caso me quiero referir a aquella deliciosa película americana de 1985 titulada COCOON. En la misma se reflejaba el transcurrir de la vida de una serie de jubilados en una residencia de lujo muy al estilo estadounidense. A pesar de las comodidades y los lujos de la misma, los residentes quieren recuperar sus condiciones vitales perdidas y, sorprendentemente, las reciben a través de unos alienígenas. La recordaba durante las dos horas que dedique, días atrás, a visitar a una serie de amigos que conviven en una residencia para mayores de nuestra ciudad. Se trata de la Residencia de Caritas: “El Buen Samaritano”. Una excelente institución en la que conviven casi un centenar de mayores. Durante mi presencia en la misma pude comprobar el cuidado y el trato respetuoso que reciben los acogidos en dicha casa. Diría que basado en un amor y dedicación vocacional por parte de los responsables de su gestión. También pude observar como, a través de sus actividades, disfrutaban de la posibilidad de convivir y de superar su soledad en unión de los demás. Todo maravilloso. Pero siguen agradeciendo nuestras visitas. El volver a sus “metros cuadrados” de vez en cuando. El poder sentirse importantes y necesarios dentro de su familia y su ambiente. Llegué a la conclusión de que, mientras nos sea posible, mantengamos a nuestros mayores en su hogar, respetemos su espacio vital y soportemos con amor y paciencia las debilidades propias de su edad. Comparto la frase aquella del gitano que decía: “Cómo la casa de uno no hay na”. Reconozco que hay muchos casos en lo que el paso a la vida en una residencia es imprescindible y muy beneficioso. Este es el caso del grupo de sacerdotes, antiguos amigos míos, que se encuentran allí acogidos. Para ellos es un oasis en el que disfrutan de un merecido descanso lejos de la soledad. Pero también tenemos que pensar en aquellos otros que gozan del privilegio de contar con una familia. Se merecen disfrutar de esa especie de libertad vigilada que deseamos todos los mayores. Para nosotros es muy saludable que sigamos viviendo nuestra independencia y manteniendo nuestras posibilidades de seguir manteniendo nuestras costumbres, nuestras salidas y nuestros contactos, dentro de lo posible. Todo ello no impide el que reconozca y agradezca el esfuerzo de esos miembros de Caritas responsables de la Residencia que visité. Una vez más están siendo las manos de Cristo que ayudan a muchos mayores que viven esa parte de su vida en amor y compañía. Concluyendo. Manténganos en nuestro hogar mientras podamos y, si es necesario, que encontremos un lugar tan hermoso como “el Buen Samaritano”
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