La habilidad de Pedro Sánchez para aprovechar el más mínimo resquicio, oportunidad, situación equívoca o posibilidad de ir recaudando dinero de los ciudadanos, no precisamente para dedicarlo a la sanidad o la educación, sino para otros destinos menos confesables, aunque para ello deba atornillar a impuestos al pueblo y, aún así, recurrir como si fuera maná del cielo, a incrementar la Deuda Pública y el déficit de las administraciones públicas, como medio de irse asegurando votos, en el ejercicio más descarado del nepotismo y el clientelismo de lo más reprochable; mediante una política social basada en las ayudas, préstamos, concesiones y gabelas, tirando de fondos públicos conseguidos mediante el aumento desaforado de la política impositiva, al tiempo que pretende luchar contra un desempleo endémico mediante el sistema práctico de ir creando funcionariado, una parte importante del mismo, completamente innecesario e improductivo, mientras que con ello se asegura la dependencia y los votos para el partido del gobierno.
Los más elementales principios de una economía, empezando por la doméstica, establecen que no se debe nunca gastar más de lo que se gana o de lo que se dispone para evitar que un exceso, un tirar más de la manga o una imprudente disposición de fondos, pueda desequilibrar de una manera importante el presupuesto familiar. Empecemos por ello. Los presupuestos que el PSOE aprobó para el 2022, ya en plena pandemia del Covid 19, fueron concebidos con una previsión de un gasto social muy elevado, sin tener en cuenta los avisos recibidos del FMI y del BCE en los que se ponía en solfa una posible crisis derivada de la pandemia, que aconsejaba prudencia, contención del gasto público, reducción en lo posible de la carga fiscal, especialmente de las empresas y, como medida extraordinaria aplicar, las ayudas especiales que la misma UE había previsto para auxiliar a las pequeñas empresas, principalmente, para poder hacer frente a una situación que se anunciaba muy grave.
El presidente del gobierno español, señor Pedro Sánchez, siempre dispuesto a hacer lo contrario de lo que sería necesario, no sólo se ha venido negando, taxativamente, a cualquier rebaja de impuestos sino que, si bien se aviene a retrasar esta medida unos meses, no quiere ni oír hablar de reducirlos, como se ha podido comprobar con relación a los precios de los carburantes de forma que, a diferencia de lo que vienen haciendo otros países de la UE, que han bajado los impuestos sobre ellos, ha preferido una fórmula más complicada, menos práctica y, por supuesto, evitando que se la considere como una bajada impositiva. Lo que nos lleva a que su tozudez, su falta de flexibilidad y cintura económica haya encontrado su talón de Aquiles con la llegada de la guerra de Ucrania de la que, por supuesto, no es culpable, pero que le ha pillado a contrapié en uno de los momentos más delicados para España y sus ciudadanos. Y aquí vamos a entrar de lleno en las consecuencias de haber acudido a endeudarse, cada día más, aprovechándose de las facilidades que el BCE daba, para poder ir repartiendo más y más ayudas con las que calmar a una parte de la población, que ya estaba empezando a perder la confianza en el ejecutivo, que tanto había prometido y que tan poco era lo que estaba dando, cuando daba algo.
Pero, y esto explica que ya se escuchen rumores de elecciones anticipadas, cuando un gobierno empieza a perder los papeles, cuando sus carencias amenazan con materializarse en forma de sucesivos errores, rectificaciones, componendas y renuncios , cuando el poderoso aparato de propaganda del PSOE y Unidas Podemos, se pone a trabajar de forma intensiva en busca de conseguir desmerecer, acusar, desacreditar y embadurnar de barro a la oposición del PP, es que empieza a producirse el pánico, el mismo que ,en su día, obligó al señor Zapatero a convocar elecciones, in extremis, sabiendo que no le quedaba otro remedio que abandonar el poder.
El remate, la puntilla la acaba de dar la señora Christine Lagard, presidenta del BCE, cuando ha anunciado que, a partir del mes de julio, van a dejar de comprar deuda pública de los distintos países de la Unión Europea. Nos imaginamos las caras que se les deben de haber quedado a la señora Calviño, Montero, Lastra y compañía, para no mencionar la del propio señor Sánchez que va a verse en la necesidad de aumentar más los impuestos o buscarse la vida ofreciendo deuda pública a otros inversores que, por supuesto, no la van a comprar si no ven un beneficio claro en hacerlo.
En estos momentos España acumula una deuda pública de 1’42 billones, con “B”, de euros que ha duplicado el importe de la que teníamos hace una década y supone, nada menos, que el 122% del PIB de la nación española. Una deuda que, evidentemente no está en condiciones de amortizar, y ello supone sucesivas renovaciones en el tiempo, pagando intereses que, como no podía ser menos, van a continuar gravando las rentas de los españoles durante sucesivas generaciones.
Y ante esta nueva situación, que coincide con las malas noticias que nos llegan de Ucrania, el peligro de que las tensiones de tipo energético vayan en aumento, según se derive de la mencionada batalla, y el anuncio de que muchos de los precios de los artículos, incluidos los alimentos y otras mercadería imprescindibles para el desarrollo normal de la vida ciudadana, se convierta en un factor más de descontento y desequilibrio de una población que, es evidente, empieza a darse cuenta de que el gobierno mixto de comunistas y socialistas es incapaz de dar respuesta adecuada a una situación que se ha convertido en insoluble.
Cuando, en los convenios colectivos de las empresas no estatales los salariosde los trabadores apenas alcanzan a aumentar un 1’7% o un 2% sobre los actuales; ya se están manejando cifras de 9% de inflación, que pueden acabar superando los dos dígitos, si el tema de Ucrania no se soluciona en breve o, todavía, resulta que aquella situación se complicara más. Los técnicos en economía serán los que deban ilustrarnos lo que puede resultar de semejante cruce de circunstancias adversas, y de lo que pueda significar, para el mundo de las empresas y la economía mundial, este cúmulo de adversidades de las que aún no se pueden descontar los residuos de la pandemia del coronavirus.
¿Serán ahora los señores comunistas bolivarianos, con el señor Pablo Iglesias al frente, los que vengan a predicar los grandes beneficios de un gobierno de izquierdas, para la nación española? Aquí señores, los únicos que vienen sacando tajada, y muy elevada, de todo este tinglado propagandístico que se han inventado, son precisamente los que están cobrando sueldos astronómicos a costa de los contribuyentes. Y que tomen nota de que, lo que tienen primero que hacer, es aclararnos lo que pasó en Andalucía con los famosos ERES de aquellas empresas en las que la gestión sindical se convirtió en un robo descarado a costa de las indemnizaciones que debían de percibir los trabajadores de las empresas que ajustaron sus plantillas. Ya no se habla de ello gracias a la gran corrupción de aquella prensa que silencia todo lo que pueda perjudicar al Gobierno. Mientras tanto que no se olviden que este gobierno socialista tiene a tres de sus cargos investigados judicialmente por supuestos delitos de gran gravedad.
La famosa canción de “Si yo tuviera una escoba” de los Sirex, tendría hoy un sentido muy adecuado si quisiéramos hacer una limpieza sanitaria y a fondo de lo que, en la actualidad, se pueden considerar como las letrinas de un gobierno, cuajado de personajes siniestros, cuya función se viene reduciendo a ir buscando, entre los detritus de la sociedad, aquellas posibles irregularidades para poderlas usar como medio de chantaje contra el adversario político. Lo que puede suceder es que lo que encuentren no les pueda agradar demasiado.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, lo que está sucediendo no es más que algo de lo que hemos estando hablando desde que el gobierno del señor Rajoy fue defenestrado, para permitir a estos que ahora tienen el poder, hacerse con el país; con el objetivo claro y evidente, de acabar con todo lo que significa orden, seguridad, prosperidad y bienestar social. Estas izquierdas españolas, a años luz de lo que sucede en otros países, están todavía viviendo en la época de las cavernas, aquella descrita magistralmente por Jean Marie Auel y su saga “Los hijos de la Tierra”, donde nuestros ancestros de Cromañón y Neanderthal, se esforzaron en sobrevivir. Todos los años de civilización, mejoras, descubrimientos e inventos para progresar y hacer más amable la vida humana, han resbalado por encima de ese barniz supremo de estupidez del que el comunismo internacional, como capa impermeable al saber, se harecubierto, siguiendo obcecados en mantenerla, incapaces de prescindir de ella.
Y una observación acertada de Henry Hazlitt : “El gobierno es incapaz de darnos algo, sin despojarnos de algo más”
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