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Mamá, ¿qué pasa?

La conciencia de fecundidad responsable se está sesgando
Ángel Alonso Pachón
lunes, 16 de mayo de 2022, 08:53 h (CET)

En un mundo, en el que las ideologías partidistas personalizadas, intentan aplastar todo rasgo de libertad individual, no es posible se equilibrados. Engañamos la naturaleza… intentamos suplantar la realidad… En automoción, el triciclo, la bicicleta, el sidecar, el turismo, las motocicletas, los Fórmula I…, todos llevan un factor común y esencial: el concepto de movimiento.


En la naturaleza, la VIDA, es el factor COMÚN y ESENCIAL.


Nadie ha intentado señalar “el principio”… origen del concepto. En el movimiento, ¿es la rueda, es la cadena, el pedal? En la vida, ¿es el feto, es el movimiento, son las células?


El movimiento es “traslado”… La vida es “desarrollo”.


A nadie se le ocurriría tirar o destruir la rueda, el pedal o la cadena porque no son bici… ¿Por qué cuando se trata de la VIDA, creamos compartimentos aislados y aislantes en la única realidad fecunda, la NATURALEZA?


Creemos en las relaciones personales como intercambio de la atracción “natural”, pero nos cuesta aceptar la “fecundidad” como concepto esencial de la NATURALEZA. La conciencia de fecundidad responsable se está sesgando, poniendo “VIDA” a tramos, como si la naturaleza fuese inerte bajo tierra y cuando despierta decidimos qué nombre darle.


La soberbia, a veces, despunta creyéndose “diosa” de la VIDA, olvidándose que toda fecundidad requiere la unión de dos sentimientos, que sepultados en el misterio de la NATURALEZA, repueblan el universo que conocemos.


Abortar cualquier proyecto tiene su origen en la incapacidad, en la falta de coraje y, siempre, en la idea de que cada uno es dueño de su cuerpo y no responsable natural de procreación.

Abortar, civilmente, es matar moralmente.

Abortar, a plazos, es ignorar el crecimiento interior de la vida.

Abortar, a ciegas, es egoísmo hedonista.

Abortar, según reglamento, es pura hipocresía de un organigrama burocrático que, sinceramente, nunca se cumple:


Informe psicológico, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿tiempo?, ¿conclusión?

Informe médico, ¿tiempo?, ¿cómo? o, simplemente, lo que confirmar lo que diga el psicólogo.

Proceso quirúrgico, aislamiento, soledad tras mamparas higiénicas, silencio…


Leyes abortistas, aprobadas, en muchos casos, con argumentos falsos, se revisan, actualmente, por arrepentimiento de las personas que en su día no dijeron la verdad. La VIDA no es cuestión de fe o de moral… es la ENCICLOPEDIA de una NATURALEZA en constante y fecundo desarrollo. ABORTAR, es romper el único proceso que no puede repararse, la FECUNDIDAD.


La burocracia reglamentaria de una “ley abortista”,  permite que los “absurdos “ dirijan procesos naturales irreversibles:

Libertad de decisión de menores de edad civilmente.

Libertad de decisión, acompañada de prohibiciones:


No poder comprar tabaco.

No poder beber alcohol.

No poder dejar de asistir al colegio.

No poder conducir.

No poder decidir con su voto.

No… No… No… “por ser menores”


Los padres serán responsables de todos los gastos y de prestar toda la atención necesaria de la persona que aborta sin su consentimiento.


EL MUNDO AL REVÉS.


Me opongo, como persona civil y, moralmente, como creyente. Acepto, civilmente, una Ley sobre el ABORTO que contemple todos los condicionamientos “RESPONSABLES”, empezando por el “conocimiento personal de dicho proceso” No basta con permitir cortar lo que la naturaleza desarrolla, hay que saber talar, ¿cuándo, cómo y dónde?


Cuando el “hedonismo” conquista una sociedad, el sentimiento de “fecundidad” responsable va desapareciendo…

Cuando la realidad hace sentir el sentimiento de VIDA, nos encontramos con el miedo a la responsabilidad…

¡¡Quizás ya sea tarde!!


“¡Mamá!, no me sueltes. Agárrame.”

“¡Mamá!, tengo miedo. ¿Qué está pasando?”

“¡Mamá!, ¡Mamá!, ¡Mamá…!”


Me pregunto, si los pertinentes informes de los profesionales intervinientes contemplan la REALIDAD NATURAL o, simplemente, rellenan, burocráticamente, los artículos numerados y redactados según consignas de partido.


¡Mamá!, me gustaría haberte conocido.

¡Mamá!, te doy las gracias por haberte sentido”

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