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Artur Mas: de la sonrisa sardónica y desafiante al rictus amargo del perdedor

“Todo lo fui y de nada me ha servido” Séptimo Severo
Miguel Massanet
sábado, 14 de noviembre de 2015, 10:27 h (CET)
Es muy difícil entender al pueblo catalán y, todavía más, valorar cuales vana a ser sus verdaderas reacciones ante una situación, como la actual, en la que están puestos en juego factores relacionados con su propia identidad, con sus ideas políticas, con su propia idiosincrasia como pueblo rebelde, su manifiesta hostilidad, (incluso entre los que no son partidarios de la independencia) hacia el resto de España y, especialmente, hacia Madrid y todo lo que esté relacionado con lo que ellos consideran la causante de todos sus males y problemas: España. Es evidente que las cosas, en Cataluña, han llegado a un extremo tal que ya no cabe otra cosa que afrontar sus consecuencias, por desagradables y duras que sean, aplicando los mandatos constitucionales, impidiendo que la deriva secesionista siga en aumento y poniendo un freno a todos aquellos que han venido desafiando la autoridad del Estado, creyendo que podrían seguir avanzando en su camino hacia la independencia sin que hubiera una reacción del resto de España que pusiera coto a tal sinrazón.

Lo que más nos puede chocar es que, aún siendo tan evidente la zozobra que, en una gran parte de la ciudadanía, ha causado el hecho de que el Parlamento de Cataluña haya adoptado una clara actitud de oposición al Estado de Derecho, proclamando por la boca de su presidenta, la señora Forcadell, la soflama independentista más atrevida, absurda, temeraria y fanática en contra de España, los españoles y sus instituciones, que una mente perturbada y desquiciada pudieran concebir; prescindiendo del sentido común, el “seny” del que presumen los catalanes, el propio instinto de conservación y el temor a que se produzca una situación incontrolable, que deje a esta comunidad en una posición francamente deteriorada, con problemas de financiación ( la agencia de calificación de la deuda, Fitch, ha rebajado dos puntos la valoración de la deuda pública catalana, dejándola en BB) y fuera de Europa; parece que siguen empeñados en mantener la tensión y en sostener las espadas en alto, con el peligro de que llegue un momento en que, aquello que queremos evitar, el choque directo con la legalidad y los encargados de mantenerla sea inevitable, con las nefastas consecuencias que semejante situación reportaría a los catalanes y, evidentemente, a sus relaciones con el resto de españoles.

Una reciente encuesta elaborada por el CIS catalán, CEO, dependiente de la Generalitat, sigue concediendo la victoria, en unas hipotéticas elecciones, a Junts pel Si ( 61-63 escaños), situando en segundo lugar a Ciudadanos (24-26 escaños), mientras que la CUP obtendría un sorprendente avance alcanzando ser la tercera posición con 14-16 escaños; los socialistas catalanes podrían obtener de 14-16 escaños y SiQueEsPot entre 10-12 diputados, mientras el farolillo rojo lo obtendrían los del PPC con entre 8 y 10 diputados. De ello se deduce que, la posición de fuerza y su negativa a respaldar a Mas como presidente de la Generalitat, le ha reportado nuevos votos a la CUP, el partido comunista, algo que viene confirmando la evidente deriva de los catalanes hacia claras posiciones de izquierdas, en este caso de extrema izquierda, lo que justifica el pánico que se ha apoderado de la mayoría de empresarios catalanes, que pensaron que todo era un bluf del gobierno catalán para sacarle más apoyo económico al Estado español y, ante la postura recalcitrante de la dirección de CDC y del Parlamento catalán, insistiendo en plantear la secesión, ahora se están apercibiendo de lo que se les viene encima si, como intentan los actuales políticos soberanistas, el desafío contra España sigue adelante.

Pero, algo que puede que sea todavía más preocupante es que, según esta encuesta (faltaría ver lo que puede haberse cocido dentro de ella, al ser realizada por personal relacionado con la Generalitat) es, sin duda, el hecho de que el número de los que se muestran contrarios a la independencia ha disminuido (un 47’9%) respecto al que se había dado en la anterior encuesta y, por el contrario, ha aumentado el de los partidarios del sí (un 46’7%). ¿Un truco sucio para elevar la moral de los que pudieran sentirse desanimados ante la evidente firmeza del Estado o una reacción de despecho de aquellos que hubieran deseado interiormente el éxito de la aventura independentista frustrados ante su fracaso? No lo sabemos, pero esta postura aporta un dato preocupante que, sin duda, va a haber que tener en cuenta.

Pero el causante de todo este embrollo, el verdadero artífice de la situación por la que estamos pasando en esta autonomía catalana, Artur Mas, se ha convertido en el monigote de paja del que se han valido, explotando su ego, su presunta astucia y su evidente fanatismo ( ¿o será que, como los Pujol, con los que tantos lazos le han unido, también cree que en esta huída hacia ninguna parte podrá librarse de oscuros secretos que tema que puedan salir a relucir?) los comunistas de la CUP, los verdaderos beneficiarios de toda esta “movida” y los de ERC, con el señor Junqueras al frente quien, con toda seguridad, todavía debe albergar la esperanza de ser el nuevo líder catalán y el nuevo President de la Generalitat. Toda la soberbia de la que hizo gala Mas cuando, enfurecido por los malos resultados de las elecciones autonómicas (aquellas que, voluntariamente, anticipó creyendo sacar buen rendimiento y le supusieron la pérdida de 12 escaños), hizo aquella declaración de su intención de capitanear una insurrección en contra de España y en pro de la independencia de Cataluña, ahora se la tendrá que tragar.

Hecho un guiñapo político se ha vuelto un estorbo, incluso para sus propios compañeros de partido; se ha convertido en un pordiosero parlamentario, mendigando apoyos, sin tener en cuenta que, aquellos de los que pretende soporte, son comunistas anarquistas, con la pretensión de acabar con la propiedad priva, implantar un sistema de gobierno asambleario y convertirse en los nuevos dirigentes, asumiendo las funciones que hasta ahora han sido copadas por los seguidores de Jordi Pujol, un partido que, al parecer tiene muchas cosas que ocultar si, como parece que está sucediendo, van saliendo a la luz los chanchullos que se están investigando por la Guardia Civil y el resto de cuerpos de la seguridad del Estado. Ya ha desaparecido de su rostro la sonrisa estereotipada de suficiencia, de autocomplacencia y de superioridad con la que tantas veces ha intentado burlarse del resto de los españoles, para quedar convertida en una mueca, una máscara con la que intenta ocultar el pánico que se ha apoderado de él cuando se ha dado cuenta que su órdago ha fracasado, que el Estado de Derecho se está imponiendo y que se ha quedado solo, si señores, completamente solo, en su papel de ídolo con los pies de barro en el que se ha convertido.

No hay duda de que, principalmente los que residimos en esta tierra catalana, estamos pasando por unos momentos de inquietud, mientras a nuestro alrededor están sucediendo cosas que nunca pensábamos que íbamos a ver. Cuando, señores, hemos visto como, La Vanguardia de los conde de Godó, editorializaba un artículo mostrándose francamente opuesta a la declaración de independencia formulada en el Parlamento y, en sucesivas ediciones, ha ido criticando todo aquello que durante años había venido defendiendo y apoyando; podemos decir que ya no nos queda nada nuevo que ver en este mundo desconcertante. Algunos nos recuerda la toma de Barcelona por las tropas del general Franco, cuando entraron en la ciudad, ciudad abierta como París en la segunda Guerra Europea, sin necesidad de disparar un solo tiro y los señores de La Vanguardia, entonces fervientes admiradores del “caudillo”, hicieron un encendido elogio de los “nacionales” y de su victoria. Y es que los condes de Godó, aparte del título que les concedió Alfonso XIII, disponen de una extensa colección de “chaquetas” de las que hacen uso según sea el viento político que sople en Cataluña.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como el problema catalán ha entrado en una fase en la que, cualquier error o imprudencia, pueda derivar en una situación en la que deba ponerse en marcha algún mecanismo que garantice que, la seguridad de la ciudadanía, no va a quedar puesta en cuestión por las actuaciones descabelladas, salvajes, incendiarias o tumultuosas de grupos jacobinos, que decidan aprovechar las aguas revueltas de la tensión nacionalista, para crear el caos en la autonomía catalana. Dios no lo quiera.

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