He de confesar que cada vez encuentro más dificultad para focalizar mi columna dominical en un tema específico. Nuestra realidad cotidiana es tan abundante y sorprendente en acontecimientos de naturaleza social, económica, política o incluso religiosa, que acertar en la que más puede ayudar a suscitar una reflexión en el lector, exige a veces un ejercicio de malabarismo intelectual.
En esta ocasión he decidido inclinarme por dos de los asuntos más “ruidosos” de estos días. Por un lado la “visita turística” de Don Juan Carlos a España y por otro el proyecto de ley de reforma del aborto, parido por Irene Montero que después de un profundo razonamiento metafísico, ha descubierto que concebir y reproducir hijos son un lastre para el desarrollo integral de la mujer. ¿Para su madre y para ella también?
El espectáculo al que impávidamente estamos asistiendo la generación de españoles, que hemos tenido el privilegio de disfrutar del reinado de Juan Carlos I, nos resulta doblemente triste y sorprendente. No se nos oculta su responsabilidad por su impropia conducta personal e incluso moral que él mismo ha reconocido y de la que pidió perdón públicamente, además de haber resarcido sus deudas con el Fisco, como un ciudadanos más.
Pero no deja de ser anómalo que un Jefe del Estado que nos ha transitado pacíficamente de una dictadura a una democracia o que con su firmeza y autoridad abortó un histórico golpe de Estado el 23F, haya sido “obligado” voluntariamente a residir en la lejana Abu Dabi. Lo insólito es que dos años después, regrese a su país entre el desprecio e insultos de ministros y ministras del Gobierno o la gélida frialdad de la Casa Real. Esto indica el niveltan preocupante de deterioro al que han llegado las instituciones más representativas del Estado…
El otro asunto que Sánchez ha provocado para tapar sus vergüenzas, no ha sido otro que buscar de nuevo, el enfrentamiento social con la inestimable colaboración de la “orwelliana” Montero. “Un huevo de águila es ilegal destruirlo con multa hasta de 100.000 euros, o dólares, y un año de prisión. Un embrión –humano- es legal matarlo por cualquier razón usando tus impuestos en una clínica de aborto”.Acertada comparación con la que el Obispo de Málaga ha dado cumplida respuesta al engendro de proyecto antinatalidad que presenta el gobierno, para resolver seguramente el “invierno demográfico” que sufre especialmente España.
Si a esto se le añade la negación a cualquier tipo de información, ayuda o reflexión a la mujer que se ve ante el dilema de acabar con la vida de un ser humano y que ha colaborado a crear ella misma, estamos ante una manifiesta degradación moral de todos y cada uno de los miembros del Gobierno.Decía Víctor Hugo que “no hay idea más poderosa en el mundo como una idea a la que le ha llegado su hora”, ojalá que esa idea para enfrentarnos a todos estos dislates se llame España.
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