Por primera vez, y sin que sirva de precedente, la redacto un viernes. La cosa no tendría importancia si esta demora hubiera sido motivada por un viaje o cualquier circunstancia inoportuna. Lo que me ha impedido dedicar el tiempo suficiente a la elaboración de estas reflexiones ha sido el maldito papeleo. Sí. Ya sé que he llevo muchos días dándoles la matraca a mis lectores con los avatares frutos de una mudanza en toda regla. Pero es que ahora estoy sufriendo las consecuencias posteriores al desplazamiento físico. Se trata del cambio generalizado de documentos. Por si fallara la memoria, me confeccioné una lista de las gestiones a resolver. No cabía en un folio. Más de una treintena de entrevistas personales, telefónicas o a través de Internet. Para colmo, las diversas instituciones te derivan inmediatamente a las ventanillas virtuales de cada entidad. Un auténtico laberinto. Agua, luz, bancos, gas, comunidades de propietarios, ibis, tráfico, padrón municipal, impuesto de circulación, vados, seguridad social, hacienda, seguros, DNI, permiso de conducir, etc., etc. Todo un galimatías para cualquiera, especialmente si no es un hacker o está poco versado en la cibernética. Contestadores automáticos, funcionarios agotados por el cúmulo de preguntas, desplazamientos inútiles. ¿Qué más nos queda? Paciencia y barajar. Y ahora me hago la pregunta del millón. ¿No nos tiene controlado el “gran hermano”? ¿No tienen controlados todos nuestros datos la administración? Creo que con un simple cambio de domicilio en el padrón municipal sería suficiente si verdaderamente contáramos con una administración moderna y eficaz. Pero esto entra en el campo de la utopía. Mientras tanto seguiré haciendo gestiones y, como el protagonista de la serie “mi nombre es Earl”, iré tachando renglones de mi lista a medida que los vaya tramitando. Lo dicho. Paciencia, manos y a la obra. “A papeleaaaaar”.
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