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Hábito de lectura

​Existen libros que merecen ser leídos y digeridos
Octavi Pereña
lunes, 13 de junio de 2022, 09:14 h (CET)

Blai Felip Palau en un breve relato ambientado en un tren, describe con mucha exquisitez nuestro mundo controlado por el móvil y sus infinitas aplicaciones. Tres personas son los protagonistas que viajan en el tren: la mamá y sus dos hijas, la Lidia y la Carla. La mamá enganchada a su móvil de última generación en su mano derecha. Con la izquierda a un móvil antiguo con el que entretiene a Carla “de trece meses tiernos y las neuronas aviciadas a los videos que la mama le planta a un palmo de la cara para tenerla entretenida”, sentada en el cochecito en medio del pasillo. En otro asiento, Lidia de 14 años, rara avis in terris, lee. 


Mientras tanto la mama discute con un señor que ha tenido el atrevimiento de pedirle que silencie la musiquilla del móvil que distrae a la hija pequeña. Lidia se levanta y saca del cochecillo a su hermanita y se la pone en su falda y, al oído, con voz baja le lee un cuento. Finalizado el trayecto las tres mujeres llegan a casa. Carla duerme. Lidia se encierra en su habitación y prosigue con la lectura.


La mama se acerca al papa que cocina y le dice preocupada: “Lidia ha estado leyendo durante todo el viaje y ahora está aficionando a  Carla, ¡ya no sé qué podemos hacer!” El papa retira la sartén del fuego, consternado. “Tendrías que hablar con ella, tal vez te hará caso”, añade la mama”. ¿Qué es lo que hemos hecho mal?” Curioso, ¿verdad? Un papa y una mama enganchados al móvil de última generación y a sus aplicaciones consternados porque su hija mayor se ha aficionado a la lectura y la pequeña va en camino de también serlo.


Hace años cuando Internet y las nuevas tecnologías se encontraban a años luz leí que el secreto de la publicidad reside en la imagen y en el texto muy corto porque la gente no lee. Tal vez en aquellos días las personas tenían a su alcance otros medios de distracción. El móvil y las aplicaciones hacen más visible la apatía por la lectura. Hace sesenta o setenta años la escolarización no estaba generalizada como lo está hoy. Era normal que muchas personas no hubiesen visto en toda su vida un libro. Si la escolarización universal no ha conseguido extirpar la aversión al libro significa que en la condición humana existe algo que impide que la lectura sea un placer.


Uno de los problemas de la sociedad actual es que se ha implantado la cultura del mínimo esfuerzo. Impone la inmediatez. Persigue que todo suceda al segundo. La característica de la sociedad actual es la irreflexión. Persigue que permanezcamos en el infantilismo. A nutrir el alma exclusivamente con leche. No nos hemos hecho adultos sensatos. Ello nos lleva a convertirnos en adictos digitales porque no es necesario pensar. Nos tragamos todo lo que se nos ofrece sin pararnos a reflexionar si es bueno o malo. El resultado es que nos engullimos todo lo que nos perjudica y rechazamos lo que nos sería beneficioso.


Emili Teixidor tiene una cita que me  he hecho mía  porque tiene que ver con el placer de la lectura: “Leer siempre tiene el poder de transformar la sociedad y si no fijémonos en todos los que leen los evangelios”. Los evangelios no existen para distraernos. Los tenemos a nuestro alcance porque nos dan vida y vida abundante. Si nos distraemos con muchas lecturas banales no tendremos tiempo para la buena lectura y por descontado para la excelente.


Los evangelios son en el campo del espíritu lo que el Catón  es en el campo de la cultura. El Catón es un libro que hace muchos años se utilizaba en las escuelas para enseñar a leer a los niños. Los evangelios y el Catón son herramientas que sirven para iniciarse en el campo del espíritu el uno y el de la cultura el otro. En ambos casos un elemento externo estimula el aprendizaje. En el  campo del espíritu se despierta el alma soñolienta. En el campo cultural el placer por la lectura. Sea en el campo espiritual o en el cultural tiene que despertarse el interés que nos saque de la cuna.


Me decía un amigo que lo que le despertó el interés por la Biblia fueron los westerns que presentaban un cristianismo evangélico que difería del catolicismo. Un estímulo externo más la presencia del Espíritu Santo alejan del alma la apatía que le impide respirar. Los evangelios abren la puerta que conduce a la vida eterna y el Catón para un beneficio temporal.


La vida nos enseña que a partir del nacimiento se produce crecimiento. La vida se desarrolla pasando por diversas etapas. Sería una anomalía que transcurrido el tiempo, el crecimiento  del recién nacido se hubiese estancado en la infancia. Lo lógico es el crecimiento tanto físico como intelectual.


En el campo del espíritu sucede algo parecido. Por la fe en el Nombre de Jesús el creyente se convierte en un hijo de Dios por adopción. Los evangelios son la leche espiritual que el recién nacido necesita. Paulatinamente se va sustituyendo la leche por el alimento sólido que lo es toda la Escritura. El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo le dice: “Pero persiste tú en lo que has aprendido (de su madre y de su abuela) y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido, y que desde la niñez  has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para salvación por la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 14-17). Toda la Biblia estudiada a lo largo de la vida convierte a los niños en las personas de bien que la sociedad necesita urgentemente.

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