Reconozcamos que hay situaciones, circunstancias, experiencias en las cuales solo la poesía –y por extensión el arte–, puede externarlas porque las palabras son insuficientes. Hablaríamos menos, callaríamos más si aceptáramos esas dimensiones inabarcables por las palabras.
Es evidente que las personas usan el habla ante la imposibilidad de comunicarse de mente a mente o de corazón a corazón. El habla es aparentemente el principal vehículo de comunicación, aunque los estudiosos dicen que informamos más por vía no verbal. También es claro que hay una brecha que genera lagunas e incomunicación entre lo que pensamos y sentimos con lo que intentamos transmitir.
En medio de todo ello, o mejor dicho, cruzando todo eso, está la poesía, nutriendo los cimientos de la comunicación. Sí, la poesía que trasciende a las palabras gracias al simbolismo, a la infinidad de interpretaciones, al sinfín de dimensiones que abren paso a la expansión del ser. Solo parcialmente la poesía encarna en palabras.
Dales la vuelta, / cógelas del rabo (chillen, putas), / azótalas, / dales azúcar en la boca a las rejegas, / ínflalas, globos, pínchalas, / sórbeles sangre y tuétanos, / sécalas, / cápalas, / písalas, gallo galante, / tuérceles el gaznate, cocinero, / desplúmalas, / destrípalas, toro, / buey, arrástralas, / hazlas, poeta, / haz que se traguen todas sus palabras. (Las palabras. Octavio Paz)
Poesía es un meteorito abriéndose paso en la atmósfera, el primer llanto de un bebé, un oso polar resistiendo al exterminio. Poesía es silencio y silencio del silencio.
Así como del fondo de la música / brota una nota / que mientras vibra crece y se adelgaza / hasta que en otra música enmudece, / brota del fondo del silencio / otro silencio, aguda torre, espada, / y sube y crece y nos suspende / y mientras sube caen / recuerdos, esperanzas, / las pequeñas mentiras y las grandes, / y queremos gritar y en la garganta / se desvanece el grito: / desembocamos al silencio / en donde los silencios enmudecen.(Silencio. Octavio Paz)
Poesía es silencio, vacío, oscuridad; oscuridad de la oscuridad.
En el oscuro silencio nace la poesía profunda, / bala de plata contra el engendro sabelotodo, / comprensión a medias. / Atiborrada nuez apartada del bullicio / parto de palabras de tinta indeleble / nave de textos herejes / contagio a los rebeldes… (En el oscuro silencio. Abel Pérez Rojas)
Poesía para cuando las palabras no alcanzan porque hay condiciones en las que los ojos están inhabilitados por su propia naturaleza y el resto de los sentidos aíslan de una realidad que está más allá de su radar.
Poesía para perdonar, para amar, para comprender y por el solo placer de regocijarse en la belleza.
Poesía para curar del espanto, para “el mal de ojo”, para el dolor de cabeza y en caso de empacho.
Poesía para amar, para despedirse, para extrañar, para la resaca y en caso de avistamiento.
Poesía para contar una pena, para la alegría extrema, para pedir ayuda, para orar, para transitar en la soledad y en medio de la plaza pública.
Poesía a mitad de la carretera, con sal y chile en tacos de maíz.
Poesía entre la carta uno y la sinnúmero de los pétalos del tarot; entre el escalón catorce y el ciento cincuenta de la pirámide del Sol.
Si se reconoce que hay situaciones, circunstancias y experiencias en las que la poesía desatora los nudos de la garganta y destraba la circulación de energía, se estará en la posibilidad de acudir a su regazo para fortificarse, para nutrirse, para soltar, para retomar el vuelo.
Entro poco a poco en los reinos / sanadores de la poesía, / doy un paso, / luego otro, / no me detengo / a pesar de la ingratitud, / ni de la ignominia. / Refugiado en la fuerza curativa del sonido / desaparecen algunos síntomas, / se esclarecen enredos internos / y situaciones que someten mi proceso. / Entreno la imaginación, / hidrato la resequedad de la memoria, / desarrollo el músculo de la intuición; / sin saberlo, / los niveles de encefalina / hacen su parte, / disminuye el sufrimiento, / se incrementa la esperanza de vida. / Ignorando a ciencia cierta la totalidad del curso, / asumo como mía la terapia poética, / callo cuando la decodificación hace su trabajo, / fluyo a pesar de las trancas. / Trasciendo con todo y equipaje, / entro directo a la transformación / de la desintegración sin vuelta. / Caigo en cuenta del poder curativo de la poesía, / de su cualidad amplificadora, / de su afable talento restitutivo, / de su energía vital. / Vigorizado, / soy testigo en vida / de la potestad de la analogía, / de la mediación del signo, / de la fuerza del simbolismo, / de la transición al filosofismo / y la infinitud de la poiesis. / Entro poco a poco / de ahí / me resisto a salir. (Poesiterapia. Abel Pérez Rojas)
Dijo en cierta ocasión Albert Camus que «la tragedia de la vejez no es que seamos viejos, sino que seamos jóvenes. Dentro de este cuerpo envejecido hay un corazón curioso, hambriento, lleno de deseo como en la juventud». Quizá, esta frase del escritor, de origen argelino, sea una estupenda expresión para vislumbrar el enfoque de la novela de Domenico Starnone, El viejo en el mar.
«El ecologismo seguirá siendo una estafa mientras no integre el veganismo en su discurso contra el calentamiento global». Este fue el mensaje medular que trasladaron al público asistente a la presentación del libro de Ángel Padilla “Los hijos de Romeo y Julieta” los actores en el evento, la cantante vegana Verito Monetta, la bailaora vegana Sandra “La Madueño”, la portavoz en Valencia del colectivo “Rebeldes indignadas” Rosa Más González y el propio Ángel Padilla.