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Veleidades veraniegas

Las grandes movidas no suplantan las mejores sensaciones
Rafael Pérez Ortolá
martes, 19 de julio de 2022, 11:26 h (CET)

Las nubes encrespadas y foscas se desplazan con sus protuberancias hacia unas nuevas venturas, cesan en sus mensajes desazonantes, nos dejan más tranquilos. Nos pusieron a prueba cuando sufrimos las tormentas y ahora pasamos a controlar mejor las iniciativas. Aquellos cielos turbulentos cargados de chispazos deslumbrantes y de sonidos desgarrados, no favorecían la espontaneidad de los empequeñecidos ciudadanos. Hasta los vientos mostraban una excitación inusitada con sus rabiosos recorridos. Tampoco las aguas lograban agruparse en remanso alguno.


Al clarear se abren paso las inquietudes relacionadas con lo sucedido. Calibramos las causas de tan azarosas circunstancias con esos primeros suspiros al aire libre. Entre la casualidad y las provocaciones, descubrimos la cuña de las intervenciones humanas relacionadas. Quedamos atónitos con denodadas inclinaciones a las escusas para no soliviantarnos los ánimos en exceso. La terquedad costumbrista trataba de imponer sus impresiones sin disquisiciones alternativas.

Pronto resaltaron efusivas las señales de lo acontecido en esos meses tormentosos. Percibimos estructuras desvencijadas de difícil recuperación, tierras removidas y muchas convivencias alteradas. Las intuiciones se confirmaban, la dejadez se convertía en provocación; acrecentando las inquietudes al sentirnos involucrados con los desastres. Ese cosquilleo interior atosigante clama como una auténtica invitación a la creatividad reactiva para templar la agitación de los ambientes y replantear las proyecciones.


Las claridades primaverales atenúan los rigores padecidos, sirven de estímulo vital como apoyo a los ánimos agitados por los infortunios. Aquellos foscos horizontes se diluyen en los cálidos ambientes posteriores abiertos e iluminados. La espita de la esperanza se abre como invitación a prometedoras actividades, sin ellas se apagaría su influjo. Los pálpitos refuerzan su potencia en los valles y en las costas. Las sensibilidades airosas encuentran salidas atractivas hasta en lugares recónditos. Los horizontes fascinantes son todo un ofrecimiento.


Las altitudes montañeras alavesas se muestran oferentes con la serie de estimulantes valles de distribución estratégica. Resplandecen los cambios con insinuaciones reiterativas de la crispación climática. El disfrute contemplativo permite domeñar un tanto las inquietudes con las respiraciones acompasadas. El escenario se vuelve inigualable a la SOMBRA del VIEJO ROBLE, donde desaparecen las limitaciones extravagantes y se perciben nítidas las posibilidades. La mente enlaza con la naturalidad de los entornos, esa sinceridad de los intercambios alejados de los ruidos extemporáneos. Brotan al aire los renovados sentimientos de vieja estirpe con toda su potencia informativa.


Como muestrario de una fraternidad rumbosa se asocian los ambientes costeros con el ronroneo marino de fondo. Se acentúa la luminosidad agregada al sosiego de los calores, como sugerencia altiva de aplacar intemperancias facilitando la calma de los intercambios seductores. Las escenas PLAYERAS destacan en estos entornos de arraigo tranquilo. Invocan otras costumbres alimentarias al hilo de temperaturas y ocupaciones. Aquietadas las perturbaciones tormentosas y sociales, se avizoran perspectivas novedosas aún por configurar. Dejan de lado el empecinamiento de las actitudes previas, como facilitando el nacimiento de maravillas subyacentes, de cuño imprevisto por sus detalles actuales.


En la costa levantina, cuando se apaciguan momentáneamente las cuitas y sin las trabas cotidianas, los mencionados imprevistos son especiales. Las devesas incorporan una comarca especial en donde pueden surgir:


CADENCIAS DEVESERAS


Cuando apenas la brisa te despierte,

Los afanes aún siguen dormidos

Y están los calores apaciguados,

Se percibe un tonillo como ausente


Que aporta una presencia sorprendente

Nos ofrece tonos relacionados

De agradables perfiles armoniosos,

Procedentes de un fino clarinete.


Con su cadencia surge lo evidente,

El generador de dichos impulsos

Subyace con su musical talante.


Pero con una búsqueda constante,

Al final lo logramos, descubrimos

A Sheila tocando su clarinete.


Las veleidades del alma son inescrutables, con la ventaja de mantenerse al margen de cualquier intento de apropiación desde el exterior, son insobornables y espontáneas. En los tiempos actuales se convierten en un verdadero tesoro interior. Y las expresiones musicales se convierten en posibles enlaces peculiares con esas sensibilidades. Al menos nos sirven de toque de atención sobre las características de esos INTERIORES de la persona sometidos a tantos avatares irresponsables. La ausencia de limitaciones caprichosas no permite actitudes excluyentes con percepciones diferentes. Digamos que las esencias antiguas salen a flote.


Al hilo de los ciclos naturales rozamos con estos mensajes apuntando a una CONCORDIA entre los numerosos componentes del ámbito en el cual nos encontramos. Topamos con el secreto permisivo con las libertades ajenas, dedicado a las aportaciones, prestos a las actitudes dialogantes. Ocupados en estas acciones creativas queda poco espacio para pensar en la generación de turbulencias sin sentido. Por lo tanto, desde la sombra del roble a los aires marinos hemos ido descubriendo sensaciones poco difundidas a través de los medios habituales de difusión. Las disyuntivas son un ofrecimiento ajeno a las imposiciones foráneas.


No son estas las únicas cadencias vibrantes por estos mundos, pero sorprende un tanto el desdén por sus manifestaciones, obcecados por las estridencias cuya sustancia se ha exprimido a base de agitaciones. La ORIENTACIÓN deseable dependerá de los anhelos repartidos por las diferentes agrupaciones sociales y por cada individuo en particular.

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