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Los ídolos de barro de las izquierdas españolas

El neocomunismo de alto standing y abultada chequera
Miguel Massanet
lunes, 25 de julio de 2022, 10:32 h (CET)

Uno, que fue testigo de primera mano del nacimiento de CC.OO en la localidad catalana de Cornellá del Llobregat, no puede menos de preguntarse qué es lo que se hizo de aquellos pioneros comunistas, que fueron capaces de poner en peligro toda la industria del bajo Llobregat actuando bajo el patrocinio de un jesuita, el padre Nieto, cuando el régimen del general Franco, debido a su deficiente estado de salud, empezaba a tambalearse (1976) y la situación del país dejaba entrever que pronto iba a producirse el relevo del general pero, y esto fue la principal incógnita, nadie sabía a ciencia cierta cuál iba a ser el destino de la nueva España que surgiera después del fallecimiento de Franco.


Dirigentes comunistas, como Marcelino Camacho, firmemente creídos de que estaban destinados a provocar un cambio de régimen, incendiaron el cinturón industrial de entorno a Barcelona provocando una de las huelgas más largas, más peligrosas, más dañinas para las industrias que tuvieron que cerrar las puertas ante la imposibilidad de seguir trabajando normalmente. Fueron miles de trabajadores los que se apuntaron al paro dirigido desde CC.OO y miles los despidos que, como consecuencia de aquella anormalidad social, se produjeron en un corto espacio de tiempo. Y hago referencia a todo ello porque estoy seguro que muchos de los que han votado a Unidas Podemos desconocen las enormes diferencias que, en todos los aspectos, hay entre aquellos años setenta y la actualidad.


Lo primero que hay que reconocer es que, a diferencia de los mandos comunistas actuales, aquellas personas que, como el mismo Marcelino Camacho, actuaban desinteresadamente, fueron encarceladas en numerosas ocasiones y, consecuentes con sus ideas, vivían con modestia, pocos recursos y pasando no pocas penalidades. Y esto lo dice, señores, uno que desde el sector industrial estuvo siempre peleando contra ellos. Personajes de la política como el maestro don Julio Anguita, con los que nunca he compartido sus ideas, debo reconocer que hicieron mucho por la causa obrera y que, siempre, dieron ejemplo de desinterés por sus personas, por el dinero y por todo lo que no fuera la causa que defendían.


Hoy, sin embargo, el comunismo se ha transformado en algo que pretende ser cultural, despreciando, si se me permite la expresión, aquel sector de los obreros para hacer hincapié en estas bandas de “señoritos” estudiantes que fueron los que organizaron aquella algarada del “15M”. El “coletas” y toda la serie de seudo intelectuales que nos llegaron de Venezuela, fueron los que lanzaron en nuevo comunismo bolivariano con pretensiones culturales e ideas revolucionarias con pretensiones de cambiar España, quizá pensando que las circunstancias de toda índole que se daban en la nación española tenían algo que ver con la pobreza endémica de la nación americana.


El comunismo de “pijos”, de faranduleros, de descontentos y rencorosos; de “don nadies” elevados por las TV a la categoría de famosos; de cantantes progres que encontraron el medio de hacerse ricos con las canciones “protesta”; de presentadores mediocres despotricando de las derechas; de nulidades femeninas opinando sobre temas que ignoraban en absoluto; de feministas que han perdido la chaveta en su inquina contra los hombres etc. Este nuevo modelo de comunismo de “élites”, de ignorantes vestidos con la toga de un título universitario, o con un bagaje importante de escenas de desnudos, críticas al régimen franquista aunque ninguno de ellos, por su edad, llegó a conocerlo y de aquellos “diferentes” que, después de años de proscripción por la sociedad, ahora se dan un baño de multitudes emplumados y semidesnudos por las calles de Madrid gritando palabras soeces e insultos a la Iglesia a la que culpan de no entender esta nueva modalidad de matrimonio sobrevenida de la campaña progresista que, en todo el mundo (está lleno de esta suerte de personajes), se ha puesto de su parte.


Y estando donde estamos y ante lo que se nos anuncia como una nueva crisis económica, resulta que en Podemos ha surgido otra figura que parece que corta el bacalao. Hablamos de esta niña bien, de buena familia, con las espaldas bien cubiertas yun patrimonio saneado que, por lo visto, lleva trazas de convertirse en la primera (miento, me olvidaba del casoplón de Pablo Iglesias en Galapagar) esta hija de un travesti de la política, un señor con trazas aristocráticas que primero fue miembro de la Alianza Popular ( El señor Fraga cometió uno de los errores mayores de toda su política, apoyando al amembrillado Jorge Vestringe, el padre de la criatura, Lili Vestringe. La niña es guapetona, inteligente, sabe muchos idiomas y ha estudiado en los mejores centros educativos del mundo como corresponde a una capitalista que se ha vestido del morado republicano. No debe preocuparse por el Salario Mínimo y de buscarse una vivienda para mudarse con su pareja, si es que la tiene (hubo rumores de muy buena sintonía con Pablo Iglesias, sin confirmar).


Nos preguntamos, sin obtener ninguna respuesta que nos satisfaga, ¿cómo, en un partido que se ataca con tanta saña al capitalismo industrial, puede haber tantos millonarios: la pareja de Pablo Iglesias y su mujer, la ministra Montero; Ana Belén y su marido; Javier Bardem y Penélope Cruz (ambos rabiosamente comunistas, junto a la madre del primero); Paz Vega; Carolina Bescansa, dueña de un emporio farmacéutico; Juan Calos Monedero del clan de Pablo; Jaume Roures, empresario de Mediapro y así una prolija lista que sería cansado enumerar. 

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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