Sin lugar a dudas, los últimos meses o años han venido a confirmar una evolución permanente en el cambio de jugadores en el tablero de la geopolítica mundial. Así, el antaño imperio norteamericano ha visto como el desarrollo económico y expansivo de China y sus aliados en el ámbito global y en concreto en la zona indopacífica han venido a presentar un reparto nuevos de cartas en el liderazgo global en la que la unilateralidad del poder antaño en manos de EEUU se está viendo adelantada por la presencia de otras potencias que hoy reivindican no sólo su papel de líderes globales sino la reivindicación de una política de alianzas con territorios y regiones más allá de la cercanía de sus fronteras.
Además, en una tormenta casi perfecta en la que los EEUU y los socios occidentales atisban a ver de cerca como la influencia antaño permanente en regiones como Latinoamérica, África u Oriente Medio hoy decae ante el impulso de movimientos políticos, sociales y económicos que eclosionando en dichas regionales giran su política a un alejamiento directo del paradigma del liderazgo global en los actores tradicionales.
Existe así o se empieza a percibir un aislamiento del poder de influencia global de EEUU, Reino Unido e incluso Europa frente a la política expansionista y de alianzas generada por los nuevos jugadores del tablero global en torno a realidades como las del ALBA en la región latinoamericana o las de la propia China o Rusia en una vinculación directa de intereses económicos, productivos y de identificación o uso de los recursos en pos de la nueva realidad, esa que en el cambio climático, el calentamiento global o la revolución tecnológica dan lugar a una lucha encarnizada por las materias primas o naturales fundamentales para el progreso de los territorios.
Y todo ello, máxime cuando en los últimos años la política de brazos caídos de EEUU y la UE en regiones como África, Asia Meridional o Latinoamérica ha permitido la irrupción y ocupación de dichos espacios por otros agentes y países como Rusia en menos grado y en ámbito superlativo de China, en la búsqueda esta permanente de recursos, mercados y aliados que mantengan su crecimiento. Es aquí, donde tal vez encontremos la lógica a la política exterior de EEUU y sus aliados en un intento de retener el modelo de liderazgo global.
Actuaciones como la de los movimientos de la OTAN y de EEUU en la generación de alianzas en las antiguas repúblicas soviéticas - que con derecho propio reivindican su derecho a posicionarse en el tablero global de la geopolítica – , el posicionamiento en el conflicto ucraniano frente a Rusia como un intento de diplomacia de impacto a través de la fuerza y el poder bélico – tal vez buscada en cierto grado por sus beneficios económicos, políticos y militares - o el reciente pulso con China en relación a la visita de la Presidenta de la Cámara de representantes de los Estados Unidos a unos de los principales aliados en la región y socios económicos como Taiwán, sólo parecen responder al deseo de poner cotos y fronteras en el pulso global entre potencias.
Aún a costa de arriesgar con un error de cálculo entre gigantes la paz en un conflicto de consecuencias demoledoras. Algo que si bien parece alejado por su afectación no es descartable máxime cuando la guerra económica, tecnológica, digital e incluso bacteriológica parece haber empezado ya en algunas de estas vertientes en ese modelo de conflicto hacía dentro y con escasa luz pública de realidad para el común de los mortales alejados de la verdad de lo que hoy se cuece o se diseña en los despachos del poder.
Parece por ello, fundamental hoy más que nunca la reivindicación de la democracia como valor fundamental de construcción de cualquier realidad o marco de relación global y la defensa de los derechos humanos y las libertades como los pilares sobre los que debería destacar la construcción del nuevo modelo de globalización política, económica y social que hoy parece eclosionar en una tormenta perfecta conformada por el cambio climático y el calentamiento global, la cuarta revolución industrial y tecnológica, la falta de recursos naturales y estratégicos para el desarrollo humano o la expansión de una natalidad diametralmente diferenciada por regiones.
Elementos que de manera directa afectarán al cambio de modelo de liderazgos en un mundo cada vez más multipolar y en donde el consenso en los grandes retos y desafíos deberá de construirse desde el diálogo.
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