Recuerdo un pequeño, “gran consejo”, ubicado en mi infancia; de origen familiar unas veces, otras del ámbito educativo y bastantes del grupo de amigos y conocidos. Sorprendentemente era muy sencillo: “Acostúmbrate a mirar detrás del cuadro: puede que te ayude a comprender muchas cosas”.
Se debe aprender a mirar el trasfondo de las cosas, de las noticias, de las personas, de los grupos, de la sociedad…
Cuando, de adolescente, tuve la suerte de ingresar interno en estupendo colegio religioso, ubicado en mi tierra natal, Valladolid, una de las ideas que “nos iban inculcando” era la importancia de la “OBSERVACIÓN”. La “observación” daba paso al “ANÁLISIS” y éste permitía “DECIDIR, ELEGIR y EQUIVOCARSE, también”.
En el devenir de toda vida “mirar detrás del cuadro…” es de tal importancia que se convierte en una herramienta fundamental para SER PRUDENTE y desarrollar los propósitos con suficientes posibilidades de ALCANZAR METAS y, si no es posible, EVITAR LA DEPRESIÓN.
Contemplar la fachada no supone conocer el edificio... Detrás de la belleza no siempre aparece un buen diseñador... Detrás del humilde servidor no siempre vive la honradez… Detrás de la política no siempre veremos compromiso social… Detrás de todo opositor no se vislumbra vocación… Detrás del monje no siempre reconocemos a Dios… Detrás de la suciedad puede que albergue la inocencia… Detrás de cada imagen no siempre está la realidad…
Los “cuadros de la vida”, unos son pinceladas de ilusiones posibles… otros estampas de colección, sin vida personal… muchos, ¡cuidado!, asaltantes, destructores de sueños… fachadas con doble fondo… palacios cinco estrellas con cocinas y baños “social-comunitarios”…
Todo esto es verdad, pero también existen “cuadros de la vida” con pinceladas personales y manos entrelazadas… ellos trasmiten querencia y exigen compromiso personal y social.
La vida, en general, se construirá con seguridad si se sabe OBSERVAR, ANALIZAR y COMPARTIR.
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