Cuando toda una ministra portavoz del Gobierno afirma que a España solo la representa el Jefe del Estado en unos funerales de Estado o la ministra de Justicia se despacha con que ha comprobado personalmente, cómo la gente habla en el autobús o en el metro de la renovación de los órganos judiciales y afirma refiriéndose a Cataluña, que “hay españoles que viven allí también”, es que este gobierno padece una profunda crisis de conocimiento y de sentido común.
Pero estos ejemplos clarividentes sobre el nivel intelectual y político que hoy adorna a ministras y ministros de España en el debate público, encierran una trampa mucho más peligrosa. Estamos hasta el 2024 ante un programa de gobierno diseñado desde un proyecto global de ingeniería social que pretende condicionar y controlar nuestras vidas, extirpando la raíz y la influencia cristiana de nuestra civilización occidental para sustituirla por una pseudoreligión donde se mezcla el feminismo radical, la ideología de género, el catastrofismo climático o el revisionismo histórico.
Es cierto que el mundo vive hoy un terremoto de gran magnitud provocado en este último lustro por una crisis económica que se arrastra desde 2008, una pandemia de origen desconocido o una guerra de incierto final como la que se está librando entre Rusia y Occidente, pero no lo es menos que este espeluznante escenario está siendo aprovechado por la “coalición progresista” para amordazarnos y someter a la sociedad española a un tercer grado ideológico.
Es por eso que el cabeza visiblede esta revolución sociológica, Pedro Sánchez, prefiere someterse únicamente a entrevistas de medios de comunicación dóciles y serviles o huir de la calle en la que solo encuentra contestación y rechazo a sus vanidades y mentiras. A esta nueva “casta revolucionaria” les aterra la libertad de expresión y el pluralismo, verdadero enemigo de su deriva dictatorial. El odio al que tanto apelan. lo esparcen contra todos aquellos que se atreven a discutir o rebatir sus idearios conocidos como ‘woke’ o de exclusión y cancelación o sobre género y orientación sexual.
Como bien señala el profesor Andrés Ollero, ex magistrado del TC, “estamos en un momento en el que expresar el propio código moral se entiende como una agresión…tengo derecho a decir lo que me parece en el marco de la Constitución sin que se interprete como una fobia o un delito de odio. La ideología woke refleja que estamos muy colonizados”.
Para no dejarnos arrastrar por esta colonización hay que defender la verdad con libertad como un presupuesto indeclinable para enfrentarse a un enemigo que solo desea esclavizarnos mental e intelectualmente. Se trata de no dejarnos discriminar y penalizar por no sumarnos a la actual corriente dominantey no dar nuestra aprobación pública a prácticas que no compartimos.
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