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La odisea de Perón

Por estas fechas del año 1955, el tantas veces recordado líder argentino vivía dramáticas horas a bordo de una cañonera paraguaya
Luis Agüero Wagner
martes, 27 de septiembre de 2022, 10:56 h (CET)

Por estas fechas del año 1955, el tantas veces recordado líder argentino Juan Perón, vivía dramáticas horas a bordo de una cañonera paraguaya.


Como en una escena de un filme de terror, en una noche de tormenta eléctrica en Buenos Aires, sonó el timbre de la embajada paraguaya. El embajador paraguayo en la República Argentina, musitó en guaraní: "Ha llegado el gran señor" (ouma karaí Guazú, en el idioma original).


La secretaria del embajador, Pilar Mallén, fue hasta el umbral para recibir al visitante, y abrió la puerta a una sombra que a sus espaldas tenía relámpagos y una copiosa lluvia. Era Juan Domingo Perón.


Pocos días antes, el 16 de septiembre de 1955, un golpe de Estado liderado por connotados jerarcas de las Fuerzas Armadas se había levantado contra el gobierno constitucional de quien ahora buscaba refugio en la embajada paraguaya, donde había llegado más solo que un muerto y con el agua atravesada en el gabán. El agua le escurría por los zapatos mojando las alfombras de la Embajada donde al fin pudo dejar de contener la respiración.


Varios levantamientos le siguieron en toda la geografía argentina, y Buenos Aires era una ciudad en llamas. En sus calles se habían levantado piquetes y barricadas, desatando una batalla campal entre uniformados, sindicatos, manifestantes de uno y otro bando.


Era evidente que Perón había dejado de ser más que un Rey Mago, como lo definiera Soriano en uno de sus cuentos, para convertirse en un Moisés indefenso que debía navegar aguas turbulentas para salvar la vida. Se había tramado un plan desde la embajada paraguaya para salvar a Perón, pero sin aclarar todas las dudas.


¿Cómo llegar a la dársena donde le esperaba un bote clandestino con marineros paraguayos que lo llevarían a bordo de la cañonera? No son precisamente las condiciones climatológicas las que dificultan atravesar una ciudad partida en dos para llegar hasta una cañonera de agua dulce, eludiendo el fuego de aquel fantasma de gafas oscuras llamado Isaac Rojas.


La gloriosa heroína fue, cuando no, una mujer paraguaya. Ante el riesgo de llamar la atención con su portentoso auto de patente diplomática, el embajador Juan Ramón Chávez designó a su secretaria Pilar Mallén como responsable de tan comprometido trasbordo.


Fue así que esta mujer condujo en su automóvil tan pequeño como un Fiat 600, a un Perón que no era hombre pequeño en ningún sentido, agazapado en el asiento posterior, hasta su célebre destino, la cañonera paraguaya. 


El resto es historia conocida. Pero quizás por primera vez sea recordada esta mujer paraguaya que aún vive y conserva perfecta lucidez a los 95 años. Merced a ella, Perón sobrevivió para vengarse de muchos de sus enemigos y pudo regresar para morir en el poder. LAW

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