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La asamblea imperial catalana

Juan López Benito
jueves, 7 de enero de 2016, 02:14 h (CET)
Pocas veces una asamblea ha despertado tanta expectación como la celebrada hace unos días por la CUP. El objeto de la misma era, recordarán ustedes, tomar la decisión de apoyar o rechazar la investidura de Artur Mas. La prensa se volcó abiertamente con el acto y un buen número de medios de comunicación publicaron una serie de “guías” para facilitar la comprensión de la misma ¿Cuál sería el orden del día? ¿Quiénes participaban? Todo el mundo con un mínimo de interés tenía acceso a un sinfín de opciones para seguir el acontecimiento.

Tanta envergadura, tanta magnitud, tanta repercusión, tanto relieve, tanto alcance en la exposición de una asamblea, que sumado a la jactancia de sus protagonistas hay quien sugería que más que una asamblea convocada por miembros de una formación política, rememoraba la trascendencia de los célebres cónclaves que tenían lugar en el Imperio Germano para proclamar al portador de la Corona.

En el Sacro Imperio la sede de la elección estaba establecida en Fráncfort y los electores eran 7, para que no hubiese posibilidad de empate… que luego pasa lo que pasa: los arzobispos de Maguncia, Tréveris y Colonia, el Rey de Bohemia, el Conde Palatino del Rin, el Duque de Sajonia y el Margrave de Brandeburgo.

Simplemente añadir, sin ánimo de extenderme, que la relevancia de esta reunión incrementaría tras la promulgación de la denominada Bula de Oro (1356). Desde entonces, ya no sería imprescindible la aprobación de la Santa Sede para confirmar la Coronación. De hecho, sería Carlos V el último soberano germano en recibir la corona imperial de manos del Pontífice (Bolonia 1529).

Así que para la próxima cita, si es que la hubiera, sugerimos modestamente a los organizadores, que opten en vez de por Sabadell u otra ciudad catalana, por la población de Fráncfort como emplazamiento de la misma, e invitamos a Antonio Baños o Anna Gabriel entre otros ilustres “cuperos”, a que se encarnen en alguno de los insignes electores imperiales. La solemnidad del cargo a investir no merece menos. En España, “the show must go on”.

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Continuemos con el “socialismo de Franco” y veamos qué dice la doctrina socialista sobre la propiedad privada: “…esta debe de ser abolida y reemplazada por la propiedad colectiva, y el Estado debe intervenir en la economía para garantizar que los recursos se distribuyan equitativamente y se satisfagan las necesidades de la sociedad”.

 
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