Estamos en noviembre, el mes que empieza con Todos los Santos y acaba con San Andrés, como decía mi madre que en gloria esté. Los que han dejado de creer en Dios o no creyeron nunca, es lógico que celebren fiestas raras como la Halloween, ya que los muertos para ellos simplemente han dejado de existir y los santos solo se utilizan para las fiestas y romería de cada pueblo. Por cierto, ya que la pandemia impidió dos años de celebraciones, éste se ha lanzado a pasear vírgenes y llevarlas de un sitio a otro. Ignoro si los que siguen estas romerías y procesiones creen en la vida eterna, aunque tengo mis dudas, ya que las iglesias a diario están medio vacías o vacías del todo. Hay quien me dice que, como apenas si puedo andar, me quejo por no poder ir a tales fiestas y romerías. Quizás algo de razón tienen.
Mi falta de movilidad me impide viajar como tantas veces hice por lo que me refugio en la lectura de los libros que estudié cuando hice la licenciatura de historia y descubro que España no es como yo pensaba.
Creo que estamos más cerca de la novela picaresca, la España de Rinconete y Cortadillo, de Calixto y Melibea o el Lazarillo de Tormes que de nuestras costosas batallas para mantener el imperio de los Austrias que solo trajeron ruina a Castilla o Aragón.
Creían nuestros antepasados que luchaban por mantener la catolicidad de la iglesia frente a Lutero y otros herejes, pero esta iglesia tenía que entregar toda la plata para hacer moneda con la que costear las guerras dinásticas.
La conquista de América sigue siendo motivo de leyendas negras en la que los españoles eran los malos frente a los indios. El mismo que informaba a la Corona de los abusos de los españoles, recomendaba llevar negros de África para trabajar como esclavos. Desde la corte imperial de los Habsburgos se urgía constantemente el envío de plata para pagar las guerras de Europa.
Agradezco a la divina providencia que me haya dado la oportunidad de conocer la verdad de España a la que quisiera más católica y más caritativa.
El mal gobierno me da la impresión de que ha sido una constante. Recibí y acepté una invitación a “rezar por un político concreto y acepté hacerlo” y elegí a quien me parecía el mejor, lo cual era un error pues entiendo que tengo que hacerlo por el peor, el mismo que me indigna cuando lo veo en televisión y me rebota el estómago con sus embustes.
He entendido que no puedo pedir a Dios perdón de mis ofensas si no perdono a quienes me ofenden con sus trapacerías. Si el padrenuestro, que rezo a diario no he llegado a entenderlo con sus exigencias, pienso que si quiero llegar a la vida eterna tengo que cambiar de conducta. Amar al prójimo, sea como sea y quién sea, tengo que hacerlo el tiempo que me quede de vida.
Ha sido una semana fructífera entender mejor a España y amar a los españoles que nos gobiernan es un buen programa a cumplir. Invito a quienes me lean que me acompañen.
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