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Dice un refrán que la mancha de la mora con otra mora se limpia. Ese dicho popular parece ser una de las consignas de Sánchez, en cuya gestión apenas pasan horas sin que tras una mora, llegue otra que oculta la anterior y otra y otra, sin dar tiempo a la ciudadanía a asimilar significados ni a calibrar consecuencias y, todo ello, con la pretensión de borrar manchas con otras manchas, y de hacer olvidar desmanes con otros desmanes.
“Abrazando la vida, construimos esperanza”. Este era el lema con el que la Iglesia en España celebró, hace justamente un mes, la Jornada por la Vida, coincidiendo con la solemnidad de la Encarnación. En un contexto de invierno demográfico, los obispos pedían “políticas públicas que no solo protejan a las familias, sino que favorezcan un entorno económico y social propicio para que los jóvenes puedan formar familias” estables.
Habría que empezar por lo elemental. La Iglesia Católica es una Institución Divina, no humana. ¿Y para qué fue instituida? Para liberar al hombre de la esclavitud del pecado en la que estaba sumergido por la rebelión de sus primeros padres, Adán y Eva, y que humanamente no podía restablecer su unión con Dios.
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