Frente a los retos colectivos es vital pasar del reconocimiento externo a la autoelección. El reconocimiento de los demás a lo que hacemos está sujeto a muchos factores, quizá nunca llegue o cuando ocurre, frecuentemente el reconocido se halla tres metros bajo tierra. El re-conocimiento de sí mismo –volverse a conocer– es totalmente un trabajo individual, silencioso, permanente. Quien se re-conoce honestamente se autoelige. Quien se autoelige descubre que el trabajo inicial e irrenunciable es hacia adentro.
Dentro de cada persona que acepta reconocerse, descubrirse, trabajarse,florece la posibilidad de no repetir la historia que ata al fatídico destino. Romper con las inercias, descubrir futuro en el pasado, potenciar el porvenir, son aspectos del cambio consciente.
De las Legiones de Honor desde al autoconocimiento
Cuando son varios seres humanos avanzando de manera articulada en el sentido de lo que aquí se ha abordado, constituyen una legión. Sí, una legión –del latín legio, elegir– es un grupo de “elegidos”, “seleccionados”.
Legionario, fuera de la postura militante de algún grupo religioso, es quien se elige, no quien es seleccionado o señalado por un agente externo o fuerza sobrenatural. Una legión es un colectivo de quienes confluyen para asumir compromisos comunes. En los terrenos del autoconocimiento es una colectividad que nace de la búsqueda interna e impacta en el exterior por convicción y cauce natural. Asimismo, las “Legiones de Honor” buscan destacar y agrupar a quienes por sus méritos a favor de la humanidad merecen ser reconocidos.
La Orden Nacional de la Legión de Honor en Francia quizá sea el ejemplo más representativo de una iniciativa que en su momento nació como una forma de equilibrar y hacer olvidar los títulos de la nobleza, y a su vez, impulsar el trabajo a favor de las mejores causas de la humanidad. Hoy es un referente mundial.
Tiempos convulsos
Por otra parte, no es de ahora, aunque sí es más evidente por la hiperconectividad multimedia del ciberespacio, que vivimos tiempos convulsos, peligrosos, cambiantes, perversos, grises, llenos de pesimismo, pero también decisivos para la esperanza, el amor, la fraternidad, el saber y la fuerza de la utopía.
Son tiempos en que nada es confiable, todo está sujeto a duda no porque se haya adquirido la disciplina y el rigor de la duda metódica y la profundidad de la duda filosófica, sino porque la “verdad” es una especie de creación holográfica moldeable, manipulable según la conveniencia del momento, el ajuste a los intereses económicos y el capricho de los titiriteros globales.
¿No acaso transitamos por una situación internacional, la pandemia del COVID-19, la cual ha dejado miles de muertos y el quiebre de muchas de las economías nacionales, cuyo combustible principal fue el miedo y la ignorancia?
Todo está transcurriendo frente a nosotros y las mayorías esperan recuperar lo más pronto posible la “normalidad”, sí, aquella que les ha llevado a una situación reduccionista del pensamiento, de dependencia supina y de vulnerabilidad grotesca.
¿Dónde está la Luz en medio de todo esto, si es más cómodo seguir durmiendo que despertar a la consciencia?
Los reconocimientos comprometen
Reflexiono todo ello mientras repaso los compromisos que he adquirido en los más recientes años. Recuerdo y refrendo lo que escribí hace casi tres años, en febrero del 2020 –unos días antes de la declaratoria de pandemia de parte de la OMS y previo a la inauguración de la biblioteca del Centro Cultural D’Los que lleva mi nombre–, bajo el título: Cada reconocimiento compromete.
Estoy convencido de que cada reconocimiento que recibimos es un compromiso consigo mismo, con los demás y con el entorno. Sé que cada distinción es una especie de cebo para nuestro ego, si mordemos el anzuelo caemos en un inexorable retroceso, pero si conscientes de este riesgo avanzamos de manera honesta y sincera, entonces, habremos dado un paso más en nuestro desarrollo.
Muy distante estaba de siquiera imaginar lo que viviríamos realmente y, en lo particular, por lo que atravesaría poco más de mil días después. No fue fácil, pero no imposible, ¿o no acaso “aquí estamos poniéndole el pecho a lo que venga”?
Muchos vencimos poco a poco el miedo, acatamos el confinamiento, pero nos propusimos mantener ardiendo el fuego de los corazones de múltiples formas. Yo escogí la poesía, así nació #Poesíaalasocho. Fue un acierto imaginado, pero de alcances insospechadamente maravillosos. En poco tiempo avanzamos lo que nos hubiera llevado muchos años. Conmovimos, convencimos, unimos.
La diana estuvo en asumir la historicidad de los días y apostarle al valor social de la poesía. La potencia del emprendimiento ha sido reconocida en varios países. #Poesíaalasocho es la cereza en el pastel para visibilizar el movimiento del saber infinitista, nacido de la educación permanente, con transferencia a las artes y la cultura, muy específicamente a la literatura y particularmente a la poesía.
Así, otras personas más, no de ahora, desde mucho tiempo atrás vienen contribuyendo para hacer de este mundo un lugar mejor para vivir. Algunas lo han realizado de manera discreta, desde su ámbito particular de acción, otros han contado con la fortuna de la visibilidad. Unos y otros son motores del cambio y la esperanza.
Legión de Honor Corazón de Fénix
El pasado 14 de octubre, el Sistema Universidad Mesoamericana (UMA) me confirió el nombramiento de doctor honoris causa. Desde entonces inició otro reconocimiento que compromete y va ligado con la iniciativa que hace poco la UMA lanzara a manera de desafío, por la cual busca conformar con sus doctores honoris causa, en primera instancia, un cuerpo articulado, y, en segundo momento, detonar trabajo colectivo en favor de su comunidad educativa y de la sociedad en general.
A ese corpus asociativo le llamó Legión de Honor Corazón de Fénix, a partir de considerar que conocer mucho no basta, que el conocimiento por sí solo puede generar tiranos y pseudolíderes que frecuentemente someten a sus hermanos, los hombres, enarbolando las mejores ideas. Es decir, a diferencia de otras instituciones educativas, en la UMAel doctorado honoris causa no es suficiente, es solo el comienzo de un camino que no tiene fin en favor de las mejores causas de la humanidad.
Conocer es solo el preámbulo a saber, el saber es la ruta a la sabiduría, es el camino de quien sometiendo sus pasiones y vicios se abre al ojo de aguja de la virtud, los valores y, específicamente, la ética.
La Legión de Honor Corazón de Fénix hace alusión a la analogía de que el corazón humano no es suficiente para albergar tal desprendimiento y amor a la humanidad, que necesita regenerarse –como el ave fénix- una y otra vez para prodigarse a su hermana, la humanidad.
Hic et nunc –Aquí y ahora– decían los antiguos romanos, aquí y ahora ha dicho el claustro de la UMA para convocar a la conformación de la Legión de Honor Corazón de Fénix. Es evidente que para la UMA el paso de los años ha convertido a los doctores honoris causa en potencia de su claustro académico.
La visión anterior deriva de que los desafíos globales de este primer cuarto de siglo han mostrado la importancia del trabajo solidario, cooperativo y colectivo, de tal manera que quienes consiguen articularse potenciando sus haberes, se convierten en una esperanza para su entorno y la humanidad entera.
A manera de reflexión final
Muy seguido los reconocimientos solo formalizan y visibilizan lo que las comunidades ya saben: que alguien es destacado en lo que hace y no por las medallas en el pecho. Sin embargo, si se logra combinar la labor nacida desde lo individual y lo grupal, seguramente vienen cosas y situaciones muy importantes.
La naciente Legión de Honor Corazón de Fénix, de la cual busco formar parte, puede dar los frutos esperados para bien de los universitarios y más allá de sus campus; seguramente será también un referente de inspiración y ejemplo para otras comunidades universitarias.
Veremos los alcances, deseamos, para bien de la humanidad, que el esfuerzo sea expansivo y fructífero.
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