Hoy está de moda buscar el bienestar emocional que “tiene que ver con aquellas situaciones en que se encuentran satisfechas nuestras principales necesidades y nos sentimos bien, tranquilos, controlamos las emociones, utilizamos adecuadamente los recursos propios para enfrentarnos a las exigencias de la vida”, (Jaume Triginé). Para alcanzar el bienestar emocional se utilizan diversas terapias siendo una de ellas la musicoterapia.
¿En qué consiste la musicoterapia? Wikipedia lo explica. “La Federación Mundial de Musicoterapia se refiere al uso de la música y/o sus elementos (sonido, ritmo, melodía, armonía) realizado por un músico terapeuta cualificado con un paciente o grupo, en un proceso creado para facilitar, promover la comunicación, las relaciones, el aprendizaje, el movimiento, la expresión y otros objetivos terapeutas relevantes, para así satisfacer las necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas. Tiene como fin desarrollar potencialidades y/o restaurar las funciones del individuo de tal manera que éste pueda conseguir una mejor integración intra y/o interpersonal y en consecuencia una mejor calidad de vida por medio de la prevención, rehabilitación y tratamiento”.
Mil años antes de Cristo ya se conocían los beneficios de la musicoterapia. La Biblia detalla un caso que por el mero hecho de encontrarse registrado en el Libro Sagrado de los cristianos tiene la finalidad de instruirnos para nuestro bien. El declive de Saúl como rey de Israel se inició con la desobediencia a Dios en el caso de los amalecitas: “Me pesa haber pesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (1 Samuel 15: 11). Dios envía al profeta Samuel a Saúl para decirle: “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra del Señor, también Él te ha desechado para que no seas rey” (v. 23).
Fruto de la desobediencia del monarca “el Espíritu del Señor se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte del Señor” (1 Samuel 16: 14). Debe entenderse que el vacío dejado en el corazón de Saúl por la ausencia del Espíritu de Dios fue ocupado por un espíritu maligno. Como en aquella época ya se conocían los efectos beneficiosos de la música los sirvientes de Saúl le dicen: “Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que busquen a alguien que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, el toque con su mano, y tengas alivio” (v. 16). El músico terapeuta fue David, pastor de ovejas. El texto nos dice: “Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venia sobre Saúl, David cogía el arpa y tocaba con su mano, y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él” (v. 23).
Debido a la victoria de David sobre Goliat, el pastor adolescente entra al servicio del rey. El recién reclutado en el ejército se comporta con mucha sensatez y prudencia en las batallas en las que participa (1 Samuel 18: 5). Cuando David regresa victorioso de las batallas contra los filisteos, las mujeres lo reciben con alabanzas y cánticos: “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles” (v. 7). “Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David le dieron diez miles, no le falta más que el reino”. Como Saúl había sido rechazado por Dios como rey empezó a entender que David tendría que ser su sucesor, “y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David” (v. 9).
La musicoterapia puede proporcionar una cierta dosis de bienestar emocional pero es incapaz de cambiar las intenciones de un corazón perverso. “Y aconteció el otro día que un espíritu malo de parte de Dios tomó a Saúl, y él desvariaba en medio de la casa. David tocaba con su mano como los otros días, y tenía Saúl la lanza en su mano. Y arrojó Saúl la lanza diciendo: Enclavaré a David a la pared. Pero David lo evadió dos veces” vv. 10, 11).
Se rompe la tregua y se reanudan las hostilidades: “Y salió David y peleó contra los filisteos, y los hirió con gran estrago, y huyeron delante de él” (1 Samuel 19: 8). Se repite el comportamiento asesino de Saúl y David opta por huir (vv. 9, 10). La mediación de Jonatán hijo de Saúl defendiendo la inocencia de David no sirvió de nada. Se inicia una persecución implacable contra David que finaliza con la muerte de Saúl en el campo de batalla suicidándose dejándose caer sobre su espada.
La Biblia registra el siguiente epitafio: “Y así muró Saúl por su rebelión con que prevaricó contra el Señor, contra la palabra del Señor, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina, y no consultó al Señor, por esta causa lo mató y traspasó el reino a David hijo de Isaí” (1 Crónicas 10. 13, 14). Una persona poseída por un espíritu maligno puede llegar a cometer una infamia tan grande como la que hizo Judas vendiendo a Jesús por treinta monedas de plata.
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