Los escritores e historiadores no académicos, sus aportes provienen de sus inquietudes y agudas observaciones o de perspectivas que difieren de lo que tradicional se ha inculcado principalmente en el aspecto histórico, al conjugarse a intereses predominantes en la época en que se sentó dichas bases históricas. El otro asunto es que ante las circunstancias contemporáneas difíciles en muchos aspectos, sus aportes es hacer referencias a personajes decentes y trascendentes, cuyas luchas adquirieron por sus causas heroicas y legendarias, ser héroe en la América de habla hispana a tenerse presente.
En ese sentido hoy hemos querido referirnos al estratega militar, y las circunstancias de la muerte, del Gran Mariscal Antonio José de Sucre, recordado como el vencedor Mariscal de Ayacucho, que siendo fiel y fraterno amigo del Libertador Simón Bolívar, fue un continuo vencedor de otras batallas que contribuyeron a lograr la liberación del Perú, Bolivia y Ecuador, que al ser asesinado el 4 de junio de 1830, el depósito de su cadáver fue objeto de incertidumbre por lo que dio oportunidad que nuestro celebre Poeta nicaragüense contribuyera mediante sus inquietudes literarias a rescatar sus restos. Veamos.
Antes hemos de indicar, que para el Libertador Simón Bolívar, el General Sucre era: ”el oficial más completo de la guerra de la independencia Americana, por su carácter inflexible, acerado y justo así como por su estricto cumplimiento del deber y extraordinarios dotes militares, un verdadero paradigma”, por lo que cuando conoció de su asesinato, conmovido expreso: “...Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor mío... ¡Santo Dios! ¡Se ha derramado la sangre de Abel!... La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia (La Gran Colombia) y me quitó la vida". El Libertador a los seis meses fallecía, el 17 de diciembre de 1830 en Santa Marta, Colombia.
Y como el asesinato aquel 4 de Junio de 1830, en ese entonces respondía a toda una trama y complots, el destino de sus restos durante siete décadas fueron un misterio; lo que antes de ser exhumados definitivamente bajo la administración e interés del entonces presidente Eloy Alfaro, cuatro veces fue enterrado en diferentes lugares, a celos de su viuda Mariana Carcelén, quien murió guardando el secreto donde había enterrado sus restos.
Pues releyendo a Darío, periodista responsable del Diario La Nación, el día 3 de febrero de 1895 o sea a 65 años del asesinato del Mariscal Sucre, encontramos en su prosa, considerándose como un aporte de mantener viva la inquietud sobre los restos, haber publicado un artículo titulado “Los huesos del Gran Mariscal”, hasta cierto punto inédito o muy conocido, que lo inicia así: “¡Clarines, cañones, banderas; gloria al Gran Mariscal de Ayacucho! Entre tanto no se sabe dónde están sus pobres huesos. Suele acontecer el caso con los hombres más gloriosos, “Memento, Homo”…. Dos esqueletos casi hechos polvo se disputan la carne de Colon. Goya apareció doble en su tumba de Burdeos…. Se ignora en que triste rincón de ermita ecuatoriana se deshacen los restos del ilustre soldado, del Caballero de América, del Gran Mariscal de Ayacucho, don Antonio José de Sucre….”.
Y es que Rubén conocía y se hizo eco de la disputa que como el Mariscal era nacido en Venezuela, ellos los venezolanos se creían con derecho a sus restos estuvieran en la Patria de Bolívar, dado que para entonces, muchas veces se decían saber dónde estaban en Ecuador, olvidándose que el mismo Mariscal Sucre había consignado en carta al General Trinidad Moran el 12 de Diciembre de 1825 lo siguiente: “Pienso que mis huesos se entierren en el Ecuador, o que se tiren dentro del volcán Pichincha”.
Cinco años después del artículo de Darío, a instancias del Presidente Eloy Alfaro, el 24 de abril de 1900, se encontraron los restos fehacientes del Mariscal Sucre, HEROE DE AMERICA digno de ser emulado por sus principios y valores; restos mismos que estuvieron por 70 años con paradero desconocido. Ahora están sepultados en la Catedral de Quito Ecuador, donde reposan.
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