La ley moral, según Kant, presupone los postulados de la libertad de la voluntad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. La ética kantiana es formal y deontológica ya que establece el deber, como lo propio de la conducta humana. Se entiende perfectamente que el imperativo categórico sea incondicionado, universal y objetivo.
La objetividad de la ética que elabora este gran filósofo alemán se basa en el deber dictado por la razón humana, que se autoimpone cada individuo. Desde su perspectiva la buena voluntad se relaciona directamente con el deber como algo bueno. A diferencia del emotivismo moral de David Hume, la rigurosa y estricta ética kantiana se fundamenta en la racionalidad. Si bien comparten una actitud ilustrada y una confianza en el progreso de la ciencia, plantean sistemas filosóficos diferentes.
La filosofía moral de Kant insiste en el reconocimiento y valoración de la dignidad humana frente a cualquier clase de instrumentalismo, en relación con las personas. Por eso sigue siendo actual. Los Derechos Humanos están en completa sintonía o acuerdo con el imperativo categórico. Para los ilustrados y Kant lo es, la razón debe gobernar el mundo. Es muy coherente que desee la conformación de un Estado mundial o de pueblos o naciones, que respetan la paz y la dignidad de todas las personas. Parte de las premisas de un Estado ideal, como base de apoyo. De esta forma, se eliminarían las guerras o se intentaría al menos y habría menos conflictividad internacional. Se trata de abandonar el estado de naturaleza, que no conviene a los seres humanos, ya que no debe imperar la fuerza y la violencia en la convivencia social. Lo mejor es la sociedad civil regida por la razón.
La moral kantiana depende de la forma de la ley moral y no del contenido. Se opone a las éticas materiales de los empiristas y de los utilitaristas. No depende de las consecuencias de las acciones o conductas, sino de las buenas intenciones. Si las personas no roban, no mienten, etcétera., su libertad es máxima, en lo relativo a las decisiones y conductas que pueden manifestar en su vida. Se debe ser digno de lograr la felicidad. Es una ética del deber por el deber o deontológica.
Frente al extremo relativismo existente en la sociedad actual, se echan de menos actitudes conductuales que sigan los planteamientos éticos kantianos,porque impulsan formas de vida más coherentes y respetuosas. No todo vale en la vida. No se debe usar a los demás como instrumentos para potenciar el egoísmo. Cada persona es un fin en sí mismo.
La compasión, la solidaridad, la bondad y las buenas intenciones forman parte de una ética racional como la que desarrolló Kant.Los valores éticos también son decisivos en la vida humana y se entiende que así sea, si pensamos en lo que sucede, si no se practican en determinadas sociedades del planeta o en algunos ambientes. La vida en sociedad no deber ser como una guerra campal, en la que unos intenten imponerse sobre otros, con las consecuencias que de estos enfrentamientos continuos pueden derivarse.
Actualmente, en pleno siglo XXI, se nota la existencia de ambientes de crispación y de lucha continua, por la falta de orden y respeto en bastantes interacciones sociales. El caos social existente es inmenso, por muy diversas circunstancias. Una de las formas de racionalizar algo la convivencia es marcar normas de conducta racionales, que no puedan ser negadas o incumplidas. El escepticismo y el pasotismo están haciendo estragos en la sociedad, porque hacen más difícil la vida para numerosas personas y eso no es justo.
A todo esto se añade un individualismo, cada vez mayor, que hace que los sujetos vivan atomizados y aislados de los demás, sobre todo si se piensa en las burbujas digitales en las que se introducen muchos, durante bastantes horas diarias. La digitalización es positiva y útil, pero está al servicio de los seres humanos y su uso no debería absorber demasiadas funciones de los individuos.
La capacidad de reflexión cada vez es más necesaria en un mundo cada vez más complejo y diverso. En cambio, la tendencia actual es vivir lo inmediato sin reflexión y de una manera impulsiva o de una forma espontánea. Parece como si pensar fuera algo del pasado y no es cierto, en absoluto. Ante los retos y desafíos de todo tipo es necesario actuar o accionar y para ello la reflexión y la creatividad son esenciales.
Como se descubrió hace unos pocos años, los sindicatos perciben millones de euros en forma de rendimientos derivados de sus inversiones financieras. Pues bien, no sólo no pagan impuestos en el momento de ingresar esos beneficios, sino que tampoco son objeto de gravamen por el Impuesto de Sociedades.
Vivimos en una permanente vorágine, que nos impide reencontrarnos a nosotros mismos, reflexionar sobre nuestra existencia, en una dinámica verdaderamente desconcertante. El estrés cotidiano y el vacío que se esparce, nos deja las entretelas empedradas de maldades y el ánimo por los suelos.
Hace tiempo que el PSOE no disimula su intención de copar las instituciones del Estado e incluso dejar algunas bien atadas, por si perdiera el poder en algún momento. Lo hace, además, desde el cinismo de hablar de la pluralidad y la necesidad de combatir los bulos, que siempre son los que propagan otros, nunca los que el entorno del Gobierno crea y difunde.