Los cristianos celebramos en el día de ayer el Miércoles de Ceniza. Ese día en el que comienza el tiempo de Cuaresma. No pude leer en ningún periódico alguna nota, aunque fuera mínima, de esa circunstancia. Posiblemente sea más políticamente correcto y digno de atención el hacer hincapié en el inicio del Ramadán que se celebrará a lo largo del próximo mes. Son dos etapas similares de ayuno, oración y limosna. El contraste surge entre el silencio ante la Cuaresma y el bombo que rodean las “fiestas” de Carnaval. Una tradición que cada día coge más fuerza y que nació como un “desquite” lúdico antes de iniciar una etapa de recogimiento y oración. A la gran mayoría les dice muy poco el por qué y el para qué. Seguidamente, dentro de un mes, llegará el contraste entre la Semana Santa cristiana y las “vacaciones de primavera”. Surge un híbrido entre la playa y las procesiones, la música sacra y las discotecas a tope. Podíamos seguir hablando de la fiesta de todos los Santos y el dichoso Halloween. De las Navidades y la fiesta de los regalos y el Papá Noel. Contrastes que nacen de la conversión de las fiestas religiosas en días de celebración y divertimento. Posiblemente se trata de que los miembros del “segmento de plata” tenemos más arraigados unos valores tradicionales nacidos de una infancia en la que vivíamos de una manera casi general una vivencia del catolicismo firmemente enraizado en nuestra cultura. Pero nos parece que se están excediendo. Las nuevas generaciones están intentando descafeinar estos sentimientos, sin perder comba en lo referente a la celebración y la fiesta. Ya podemos contemplar los primeros pasos de “bautismos” y “comuniones” “por lo civil”. De bodas y entierros laicos. De cultos satánicos y procesiones de cachondeo. En una palabra. Aprovechar que el Guadalmedina (seco) discurre por Málaga. En España, como en el resto del mundo civilizado, los templos están bastante vacíos de fieles. Como contraste están llenos de turistas. En muchas ciudades hispanas las celebraciones litúrgicas se celebran cada vez con menos asistencia. Como contraste las calles se llenan de cofrades, devotos y público en general con motivo de las procesiones. Esto es lo que tenemos. Tampoco es necesario que nos llenemos toda la cara de ceniza. Ni nos mesemos los cabellos. Solo es cuestión de que seamos consecuentes con la poca o mucha fe que nos queda. Que llamemos al pan, pan y al vino, vino. Cada cosa en su tiempo. Se puede no compartir las ideas pero respetarlas. Lo que no me gusta es que por los “creadores de tendencias” se desprecien las mismas mientras se aprovechan de ellas. Que se pretenda vivir lo externo sin creer en lo sustancial.
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