A lo largo de mi vida he sido una especie de depredador literario. Desde mi más tierna infancia me he leído hasta los prospectos de las medicinas. Todo se inició durante una enfermedad infantil que sufrí cuando apenas tenía ocho años. La obligatoria permanencia en cama se me hizo más corta porque mis padres me proporcionaron unos pequeños libritos editados bajo el nombre de “pulga”. Bendita circunstancia. Desde entonces me entusiasmó la lectura. Dediqué todos mis ratos libres a beberme las obras de Julio Verne o de Salgari, de Cervantes o de Simenón. Para ello contaba con las bibliotecas públicas de Málaga. La de la Diputación, cerca de calle Beatas; la de la Caja de Ronda, en la Acera de la Marina; la de la casa de la Cultura, en Alcazabilla. Hasta me “bebí” los que se contenían en unas pequeñas estanterías con libros que había en el Parque. Encontré otro pequeño filón en casa de mi tío Fermín. Él estaba suscrito al “selecciones del Reader’s Digest”. Eran libros resumidos pero que llenaban una afición. Años después también coleccioné esa publicación y –como no- caí en las redes del “Circulo de Lectores”. Mi proceso de lector se completó con mi amistad con Jorge Denis, un librero extraordinario y mejor amigo, que me permitió hacerme de una pequeña biblioteca –a cómodos plazos- que propició mi tremenda afición a la lectura. Mi buena noticia de hoy se basa en que, pese a que me he tenido que deshacer de muchos, muchos libros, con motivo de una penosa mudanza, he vuelto a recuperar mi afición inveterada a la lectura. Parece ser que en mi disco duro se han borrado muchos de los desarrollos de un montón de obras literarias. Este hecho me permite releerlos sin una excesiva sensación de estar en presencia de un “dèjá vu”. Casi todos me parecen nuevos y me sigo recreando en su lectura. Para colmo he descubierto la maravilla que representan los libros electrónicos. Sí, ya lo sé. Yo también he sido un enamorado del libro en papel. Del pasar las hojas y sentir su peso en nuestras manos. Pero el puñetero libro electrónico me ha conquistado. Tiene su propia luz, sus acotaciones lingüísticas aclaratorias, su tipo de letra que se adapta a tus necesidades y, sobre todo, su precio bastante asequible. Pero volvamos al quid de la cuestión. Los libros, los benditos libros son siempre una buena noticia para todos. En papel o electrónicos. ¡Qué más da! Te hacen vivir otros mundos, otras gentes, otras experiencias.
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