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​Satanás desenmascarado

Si no se cree en Satanás es imposible entender el desbarajuste político
Octavi Pereña
lunes, 20 de marzo de 2023, 09:53 h (CET)

El título del escrito de Jordi Satorra i Marín: El poder del diablo. Su lectura me ha decepcionado. Esperaba encontrar alguna referencia bíblica pero no he encontrado ninguna. Únicamente se haya filosofía. En mis escritos es inevitable que me refiera al diablo porque sin él es totalmente imposible entender el comportamiento humano que nos lleva a la bancarrota. 


Al escrito de Satorra le acompaña la reproducción de una pintura que muestra a un hombre tendido en el lecho soñando en un demonio que toca el violín. La representación del diablo no se ajusta a la realidad.  Como tampoco lo hacen los grupos de diablos que en las celebraciones populares, los actores disfrazados de diablos vestidos de rojo, cuernos, cola y tridente en la mano brincan esparciendo fuego y humo. Este diablo folclórico nada tiene que ver con el real. El demonio imaginario entretiene. El existente tendría que causarnos miedo. En tanto nos quedemos con el diablo festivo, el espiritual se frota las manos de satisfacción al ver que no oponemos resistencia a sus malvados actos.


¿Cuál es la causa de que en el mundo haya tanto sufrimiento?  La Biblia nos da detalles de una dimensión espiritual que no se puede encontrar en ningún otro lugar: El mundo angélico y un ser maligno: Satanás y sus secuaces  los demonios que son encarnizados enemigos de Dios y e todos quienes creen en Él. Satanàs y sus huestes son seres espirituales, incorpóreos, que no pueden plasmarse en una ilustración.


Los dualistas creen en la existencia de dos dioses: el del bien y el del mal. La Biblia nos enseña que existe un solo Dios. El resto es creación suya. Dios habla con Job, el patriarca del sufrimiento y le dice: “¿Dónde estabas tú, cuando yo fundé la Tierra? Házmelo saber si tienes inteligencia… Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios” (Job 38: 4, 7). 


Las palabras que Dios le dice a Job dan a entender que los ángeles fueron creados antes que la Tierra y el espacio sideral. Si Dios dice que todo lo que creó era bueno, ¿cómo es posible que unas criaturas perversas y malignas como Satanás y sus seguidores existan? La Biblia da respuesta a la pregunta: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo, en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte, sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14: 12-14). Estos pensamientos de Lucero están impregnados de orgullo. ¿Cómo es posible que en un ambiente cien por cien puro pudiesen brotar pensamientos pecaminosos? Es un misterio. Podremos darnos cabezazos contra la pared en el intento de descifrar el misterio, con ello, lo único que conseguiremos es desarrollar filosofía especulativas que no resolverán el enigma. Aun cuando no lo entendemos, lo cierto es que Satanàs y sus diablos existen y que nos hacen la puñeta.


Cuando Jesús llama a Satanás “el príncipe de este mundo”  (Juan 14. 30), parece indicar que Lucero antes de rebelarse contra su Creador se le había encargado del gobierno de la Tierra y que a pesar de haber sido despojado de su autoridad sigue ocupado en hacer todo el mal que le sea posible. “Y los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (Judas 6). Tal como enseña el libro de Job satanás tiene una capacidad limitada de hacer el mal (Job 1: 12; 2: 6). ¿Por qué Dios no lo fulminó y lo hizo desaparecer? Es una pregunta que de momento no tiene respuesta.


Cuando Dios crea al hombre y lo instala en el jardín de Edén, Satanás lo considera amigo de Dios. El odio que siente hacia el Creador lo vuelca también hacia el hombre y maquina su destrucción. Conociendo la prohibición dada por Dios a Adán y Eva de no comer el fruto del árbol prohibido (Génesis 2: 16, 17), desde aquel lejano tiempo hasta nuestros días, la enemistad que siente hacia el hombre no ha disminuido ni una décima: “Someteos, pues, a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4: 7). El diablo es muy seductor. Resistirle consiste en negarle el más mínimo contacto. Eva quiso dialogar con  él y cayó en la trampa. La Iglesia Católica pretende luchar contra la posesión satánica mediante los exorcismos que ejercen personas autorizadas que siguen al detalle las instrucciones que contienen los manuales de exorcismos escritos por personas calificadas.


La Biblia da instrucciones que deben seguirse para luchar con éxito contra Satanás: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6: 10-12).


La lucha contra Satanás no es un juego de ordenador. Es una guerra tan real como la de Ucrania que tantos quebrantos nos da. Como en todas las guerras los soldados tienen que ir equipados con los pertrechos adecuados. El apóstol Pablo simbólicamente describe el equipo que el hombre tiene que llevar en su lucha contra Satanás. (Efesios 6:13-18).


“Velad y orad”, dijo Jesús a sus discípulos. El apóstol Pablo también nos alerta: “Pero si nuestro Evangelio está encubierto, entre los que se pierden está encubierto, en los cuales el dios de este siglo (Satanás) cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca  la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4: 3, 4).

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