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Vocacionales

La vocación es uno de los impulsos existenciales genuinos
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 6 de abril de 2023, 10:41 h (CET)

La vocación no tiene edad ni propietarios, desde los arcanos del individuo emergen determinadas directrices enfocadas a su manera de actuar, como una especie de toque interior modelador del talante. Nadie es capaz de adueñarse de esas directrices, ni tan siquiera de percibirlas nítidamente en el instante requerido. Desde los mencionados interiores, llaman a la puerta del intelecto personal, como un ALIENTO suave, en cierto modo independiente, a la vez que intransferible; se le atenderá con fruición o no, porque la persona dispone de otros atributos diferentes. Pero sin poder destruirlo ni manipularlo en su esencia, entre otras cosas, debido a la dificultad añadida para definirlo con precisión.


Así referido, estamos ante un concepto percibido en las experiencias cotidianas, aunque al tratar de valorarlo son abundantes los matices indeterminados del mismo. Solemos hablar de él, de actitudes vocacionales, cuando se le aprecia como factor predominante en un sujeto, se ve clara su inclinación. Es decir, el impulso inicial se asocia a las cualidades del sujeto y se adapta a las circunstancias concretas en las que se encuentra. Así vista, la vocación se entiende como un concepto INTEGRAL e integrador de la persona, con mejores o peores derivaciones de sus influencias. Dicha integración le confiere autenticidad a esa persona. Hablar sólo del impulso poco definido no dice mucho de su entidad e importancia.


En este asunto no caben aseveraciones dogmáticas ni los conocimientos concluyentes, siempre está presente el fondo misterioso de nuestra condición. Por lo tanto, se multiplican las formas de entender la vocación, evidente y relacionada con las actuaciones de cada sujeto, pero sin conseguir la profundización en sus entresijos funcionales. Lo mismo que las interpretaciones, nos encontramos con una serie de direcciones preferentes a la hora de su aplicación en las tareas individuales; quizá estimemos en realidad la consideración de POLARIDADES, porque se concentran en algún sector concreto de la actuación personal, sea profesional, comunitario, religioso, privado o público, con las consiguientes repercusiones.


A la hora de expresar esa llamada interior y sobre todo, de llevarla a cabo de manera comprometida, el perfil de una persona resulta único por sus factores diferenciales. Se aprecia con nitidez en el personaje de UNAMUNO, reflejado en la tensión transmitida en sus actuaciones; desde la indagación inconformista a la intensidad de sus respuestas. Se mantiene erguido frente a los gregarismos cargados de indiferencias relativistas, capta la trágica incertidumbre existencial y responde con una rotunda implicación responsable desde sus múltiples facetas. El trasunto de sus actuaciones no elude los temas conflictivos, hasta se cuestiona la propia tensión interior, sin cejar su idea matriz e infatigable disposición contra las mascaradas contaminantes.


Entre las numerosas versiones de estas fibras vocacionales, destaco la personal vocación de HOMBRE, él la mencionaba así, del ilustre Gregorio Marañón. Ese es el punto de partida de su tensión existencial, prendida en los entresijos de sus actuaciones. Como es de notar, sus tareas investigadoras son enérgicas, y no sólo en el campo de la medicina, sino en cuantos problemas avizora. “Me avergüenza estar como espectador”, escribió; no se trataba sólo de existir a secas, la generosidad y vocación de servicio a los demás le resultaban fundamentales. El progreso lo entendía con la aspiración a la universalidad de contar con todos; en el trato con las personas, le interesaban hasta los sótanos y por lo tanto, el empeño era global.


Cuando estamos inmersos en el tráfago diario, en especial si es rutinario, no disponemos de condiciones para analizar los rasgos vocacionales, en todo caso los ejercitaremos, pero de manera inconsciente, automática. Si las tareas son más apremiantes, por agobios naturales o por actividades sociales intempestivas, la autonomía del individuo se reduce a mínimos vitales. De donde deducimos la importancia de las LIMITACIONES, impiden la vía libre para la motivación vital de dicho sujeto, equiparable al ikigay japonés. La potencia de dichos límites los convierte en agresivos, hasta poder anular al protagonista. Un buen reto comunitario es el de procurar la mayor liberación posible de los ciudadanos.


A ese impulso vital surgido desde lo más íntimo de la persona lo podremos denominar de diferentes maneras, vocación, tendencia, motivación o cualquier otra; pero no parece propio entrar en la duda de su presencia real y la variabilidad de sus influencias. Aunque se detectan posturas NEGACIONISTAS de la realidad de ese impulso, visto el cariz de sus argumentaciones apuntan al contraste de sus orientaciones finales y sus diferencias con otra gente. Como si al hablar de vocación prejuzgara las actuaciones finales, que ellos no comparten. El llamado vocacional no es absolutista, se integra en cada sujeto, en sus características y circunstancias; como consecuencia está abierto a las divergencias interpretativas.


Sí conviene mencionar las posibles exageraciones a la hora de atribuirle influencias. Una vez desencadenado el estímulo, entran en funcionamiento los restantes atributos y situaciones de los protagonistas. A partir de ahí, los rumbos se dispersan, haciendo posible una serie de DESVIACIONES, que ya pasan a ser otra cosa. Aquella vitalidad inicial puede convertirse en una simple enumeración de acciones, sin contar con las cualidades o entornos insoslayables. En ocasiones se dirigen a la obtención de logros a costa de lo que sea. Las obsesiones llegan a extremos impresentables, de manera independiente de las características del impulso. Sólo las valoraciones posteriores conducirán a los mejores resultados finales.


La enorme dispersión de las circunstancias personales y cualidades del protagonista, provocan una distribución irregular de las interpretaciones, de las obras llevadas a cabo y como es lógico, también de los efectos derivados. Es de todo punto inverosímil hablar de vocación como un fenómeno unitario, se desglosa en una amplia serie de ramificaciones. Por lo tanto, será de lo más natural apreciar GRADOS diferentes en sus manifestaciones. Por los matices propios o actuaciones ajenas, habrá personas en las cuales apenas se noten estos lances de la vitalidad, mientras en otros casos se aprecian a las claras; quizá los ejemplos de Unamuno y Marañón sean suficientemente expresivos. No es una cuestión cerrada.


Sí haré una mención especial a las actitudes vocacionales PLEGADAS a pronunciamientos ajenos u organizaciones determinadas; sean del ámbito empresarial, religioso, político u otras tendencias. El impulso genuino es evidente, pero en la medida de su plegamiento, los análisis y actuaciones posteriores abocan a controversias de otro calado, con otras repercusiones.


El rasgo principal de la vocación es liberador, donde mejor se expresa es en el TALANTE de la persona involucrado en sus matizaciones y enlazado con el resto de atributos. No es un área propicia para los enjuiciamientos fríos y rotundos. El impulso inicial surge con la suficiente ambivalencia para que el sujeto inserte en él sus voluntades y comportamientos; eso sí, con plenas responsabilidades.

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