Por ley de vida, los pertenecientes al “segmento de plata” nos encontramos con relativa frecuencia con la noticia del fallecimiento de algún conocido. Personalmente, he desarrollado la mayoría de mis actividades, tanto laboral como profesionalmente, rodeado de personas más mayores que yo, posiblemente debido a que me ha gustado codearme con personas que me enseñaran algo, siguiendo la máxima “del viejo el consejo”. Consiguientemente y por ley de vida, estoy asistiendo a la pérdida de muchos de ellos. Sin embargo, durante la última etapa de mi vida, me ha sucedido lo contrario. Desde mi paso al “segmento de plata” siempre he estado rodeado de jóvenes, tanto en el aspecto familiar, el lúdico, el voluntariado o en el universitario. Desde hace bastantes años soy el “decano” y el “de canas” de mi entorno. ¡Quién se lo podía imaginar! Creo que estas circunstancias te hacen valorar mucho más cada día o cada acontecimiento que vives. Te hacen dar gracias a Dios por cada mañana que amanece y valorar en su medida tus capacidades de ayudar a los demás. Empezando por el metro cuadrado que te rodea. Estos dos últimos años han sido muy duros para mí. He perdido media docena de amigos-hermanos con los que compartí el pan y la sal. Se produce la tentación de deprimirse, pero hay una serie de motivos que te llevan a valorar lo que permanece a tu alrededor. El mejor procedimiento que conozco para reconducirse se basa en reducir tu campo de influencia. Adaptarse a las nuevas circunstancias. Disfrutar de lo que tienes y aceptar lo que te falta. Si no puedes saltar y correr, puedes andar despacio y alargar tu brazo amable hasta donde puedas. A tu metro cuadrado. (Por cierto, mi metro cuadrado es un poco grande).
Bautizo de mi nieta número veinte: Marina
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