Tal vez una de las últimas cosas que se ha conseguido con la denominada Mesa de Diálogo entre los gobiernos de España y Cataluña haya sido la desaparición del delito de sedición en el Código Penal, derogación que desde la Comunidad Europea también se venía pidiendo dado que la sedición, tal y como estaba redactada en el viejo Código Penal español, era una especie de reliquia de los tiempos donde en España eran habituales los levantamientos contra el Gobierno de turno por parte de cualquier militar lleno de medallas y con ganas de fama y honores.
Con el delito de sedición fuera del texto legal, algunos de los políticos catalanes exiliados veían cómo la Justicia española sólo puede acusarles de desobediencia, con una pena que no comporta entrada en prisión. En esta situación quedaron tres políticas exiliadas: Clara Ponsatí, Meritxell Serret y Anna Gabriel a las que no les queda más supuesto delito ante el Tribunal Supremo que la acusación de desobediencia.
Las dos últimas acudieron a Madrid presentándose ante el juez instructor LLarena, que tras tomarles declaración las dejó en libertad a la espera del correspondiente juicio que solo podrá condenarlas a penas no privativas de libertad. Ni Meritxell Serret ni Anna Gabriel gozan de inmunidad, privilegio que si tiene la ex consejera Ponsatí, quiera o no el juez Llarena, un hombre incansable, porque cada vez que ha intentado encarcelar a Puigdemont mediante la emisión de euroórdenes se ha quedado con un palmo de lengua fuera al ver que las justicias de varios países europeos no estimaban correctas sus requisitorias.
Hace unas semanas Clara Ponsatí, por sorpresa, se presentó en Barcelona. Fue un acto deliberadamente pensado y estudiado para hacer caer a Llarena en la trampa y demostrar en Europa que España no respeta el derecho europeo y las disposiciones de la Europa de los 27. Ponsatí, con su acreditación como europarlamentaria europea, no se escondió, dio una rueda de prensa y paseó por el centro de Barcelona esperando ser detenida por los Mossos d'Esquadra, como así ocurrió. Los Mossos, que también son agentes judiciales y deben obedecer las requisitorías de los jueces, la detuvieron para llevarla al juzgado de guardia. A las pocas horas salió en libertad con una citación del juez Llarena para que el 24 de abril se presentara ante él.
El día 24, cuando debía presentarse ante Llarena, Ponsatí estaba en Bruselas, en su puesto de trabajo en el Parlamento europeo mientras su abogado presentaba un escrito ante el Supremo alegando la situación de inmunidad de la ex Consejera por su cargo en la Eurocámara. Estamos ante un tour de force entre Clara Ponsatí, defendiendo sus derechos como europarlamentaria y el juez LLarena que, parece, hacer caso omiso a las disposiciones de la Eurocámara, y puesto que no puede disparar, metafóricamente, contra la pieza mayor, que es Puigdemont, dispara salvas contra la exconsejera.
Tengo la impresión que a Llarena le han colado un gol por toda la escuadra, un gol más en su cruzada contra el independentismo. Y aún llegarán más si Europa, como es muy posible, declara que los europarlamentarios catalanes en el exilio también gozan de inmunidad en territorio español.
El paseo de Clara Ponsatí por Barcelona fue el cebo para hacer picar a un viejo tiburón de la justicia como Llarena, convertido en pajarillo que ha caído de cuatro patas dentro en la trampa puesta desde Waterloo. Todo estaba previsto y preparado, la venida de Ponsatí es una prueba de fuerza contra Llarena para allanar el regreso, aunque sea de visita, de Puigdemont a Cataluña. Lo que no hacía falta eran los ataques de Ponsatí a las colegas que sí se presentaron ante Llarena, ni a los Mossos, ella sabe que deben obedecer las órdenes de los jueces.
No todo vale en política para ganar votos. Aunque parece que a algunos todo les está bien.
|