Un torturador de toros, Vicente Barrera Simó, es el nuevo responsable de Cultura y vicepresidente de la Generalitat Valenciana por VOX. Y Vicente, cuyo nombre sólo suma uno más entre muchos como él, con su maleta repleta de palas legislativas para desenterrar políticas reaccionarias cargadas de sufrimiento y enterrar avances que tanto ha costado lograr, no llegó a esos cargos practicando un butrón en las paredes del poder sino a hombros de ciudadanas y ciudadanos. Eso es lo más desolador.
Que nadie se escandalice si se empieza a escuchar desde micrófonos abiertos que se creían cerrados un "Le tendría hasta los coj*nes" tras algún crimen machista (terminología que rechazan porque niegan esa pavorosa realidad), o un "Ella iba provocando" después de la violación de cualquier Manada similar a la que su partido trató de blanquear.
Que no parezca extraño que la denostación de la Memoria Histórica (Memoria histérica, así la llamaban desde una radio afín) arroje escupitajos de olvido renovado sobre las cunetas tapadas en cuyo interior todavía supuran heridas sin suturar, pues al fin y aunque no lo expresen con tales palabras consideran que los muertos arrojados a esas fosas recibieron lo que se habían buscado. No se puede estar a la vez con el ejecutor y con el ejecutado, y ellos han demostrado sobradamente que son nostálgicos del primero.
Que no se antoje raro si las escuelas se convierten en cotos de caza de voluntades infantiles para iniciarlos en el tiroteo y acuchillamiento "cinegéticos". Tampoco si las plazas de toros regalan entradas a los niños como quien ofrece caramelos a críos tratando de atraerlos hacia la depravación. Que a nadie le suponga sorpresa lo que enseñe, premie y firme una mano manchada con la sangre de tantos seres inocentes. Quien es dañino para los animales lo es para las personas porque nunca cabe la empatía, ninguna, allí por donde circula la crueldad.
Este personaje, sus ideas y sus actos no representan una excepción en la ultraderecha, y tampoco son rechazadas sin ambages por la derecha que les necesita y coquetea, pues constituyen la norma perversa, sangrante y sangrienta acorde a una ideología que se vale de la desmemoria, el egoísmo y la estupidez del presente para no permitir que se vaya o para regresar lo peor del pasado.
La España machista, homófoba, xenófoba, machacadora del obrero, privatizadora de lo más esencial, recortadora de derechos para los más vulnerables y promotora del maltrato animal en todas sus formas gana terreno y las huellas que va a dejar serán profundas y dramáticas. Que pisen sobre la alfombra extendida por personas que en muchos casos las sufrirán, debería hacernos reflexionar acerca del grado de cretinismo colectivo que pone estoques y verduguillos en las manos de cualquier Vicente Barrera que identifica tortura con maestría, cortar orejas con triunfo y el dolor y miedo causados al toro con las razones por las que se le crió.
Hablo de animales. Hablo de seres humanos. En el caso de los primeros van obligados a su espantoso final. En el segundo la humillación y el padecimiento los escogemos nosotros.
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