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​Trincheras o tumbas… La libertad decide

Para el pueblo, correr tras el pelotón es menos cansino, pero siempre tiene el “sino” amargo de una meta masiva sin nombre e igualitaria
Ángel Alonso Pachón
sábado, 24 de junio de 2023, 12:41 h (CET)

La vida nos enseña a leer el libro de “petete”, ese libro sencillo, de observación, de historia cotidiana. La primera lección nos señala una realidad que nadie, nunca, ha podido decir que no es cierta: “Cada cual cava su tumba o construye su trinchera”.


Cierto es que las circunstancias fuerzan, en cierto modo, las formas de actuar, pero lo que nunca, jamás hacen es ANULAR LA VOLUNTAD.


Cada época de la historia nos ha ido describiendo los esfuerzo del hombre por avanzar en prosperidad, en cultura y en ilusión para un futuro mejorTres conceptos sencillos, pero complejos en su desarrollo. Tres conceptos entrelazados, con más o menos independencia entre sí, pero, ciertamente, dependientes entre sí, a la vez que, excepto la “ilusión para un futuro mejor”, los otros dos, “prosperidad y cultura”, han estado siempre sujetos atres fuerzas centrífugas, la política, la burguesía y la Iglesia.


La cultura ha desarrollado la historia y la historia se ha escrito con todo tipo de grafitis, según el momento, según el lugar, según el poder, según los intereses... (es curioso, nunca según el pueblo).

La sociedad parece estar guiada y supervisada por “cierta marea rítmica”, dirigida con batuta de hierro fundido difícil de doblegar.


Copio literalmente un breve párrafo del libro “Historia de España contada para escépticos” de Juan Eslava Galán, por el realismo de su descripción de lo que yo llamo “marea rítmica”:


El fundamentalismo cristiano medieval convirtió al hereje en el mayor delincuente social. Entonces la Iglesia, siempre tan prudente, ideó una figura jurídica desconocida en el derecho romano: la acusación por la autoridad. El párroco quedaba obligado a denunciar ante el obispo a cualquier feligrés sospechoso de herejía.... la Iglesia tuvo que crear una policía teológica.... la más propiamente llamada Inquisición...” “... en realidad era un instrumento represivo al servicio del absolutismo real”... “Su Majestad manda...”. Los inquisidores eran elegidos y pagados por la corona, aunque teóricamente fueran delegados del Papa, del que recibían facultades canónicas omnímodas.”...


La Inquisición “lo que no tiene es disculpa. Solamente falseando la verdad puede disculparse una maligna institución, un tribunal en el que el acusador y el juez son la misma persona, en el que las funciones policiales y judiciales se confunden, en el que el acusado desconoce los cargos que hay contra él.”....


“El escéptico lector habrá advertido que en la Europa actual, cuando los excesos del capitalismo generan malestar social, los nativos la toman con los emigrantes extranjeros, especialmente si tienen la piel oscura y cocinan con aceite... En otras épocas, cuando algo marchaba mal, el chivo expiatorio eran los judíos...”


Más tarde se verá que ante las mismas circunstancias la culpa encontrarían en el mundo musulmán...


Realeza, Burguesía, Religión... y pueblo o masa urbana; realidad permanente evolutiva.


Hace algunos años, un antiguo alumno, Registrador de la Propiedad, me invitó a pasar unos días por la zona de Córdoba a la que estaba destinado. Creo que no era mera casualidad el comentario que solía hacer:


“Ángel, aquí, como en todas las zonas rurales y de igual manera que en las pequeñas ciudades el equipo director, batuta en mano, lo forman el cura, el maestro y la burguesía (políticos, terratenientes, Registradores y en su caso Jueces)”


¿Exageraba?, no. Hoy, puede ser que hayan cambiado las formas, pero la sinfonía es la misma, músicos mal pagados (pueblo) y teatro repleto y jerarquizado como señal de autoridad.


Este movimiento pendular de la sociedad sólo lo han intentado frenar ciertas personas con una voluntad inteligente y libre, preparadas para afrontar enfrentamientos, por el bien de la verdad evolutiva pero no teledirigida, contra las sempiternas fuerzas de la humanidad, la política, la burguesía y la religión.


Es verdad que, para el pueblo, correr tras el pelotón es menos cansino, pero siempre tiene el “sino” amargo de una meta masiva sin nombre e igualitaria. La vida así no merece la pena.

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