La atrafagada cursa de comicios destaca por un grupo dilecto de periodistas que se presentan a las elecciones generales por diferentes partidos políticos. Situación ésta, que vislumbra contingencias comunes al hombre que ponen de relieve la existencia de constructos ontológicos complejos, que atraen conductas planificadas y cimentadas en el control percibido de lo fácil - difícil y el cálculo probabilista de alcanzar el paso de observador a actor preeminente.
El ahora o nunca se tiñe de oportunismo
Se podría decir que la participación continuada en el <Politainment> genera la ocasión frívola de entrar como políticos de salón en esa realidad que han teorizado y reificado durante tanto tiempo para los medios de comunicación (amén del libre posicionamiento ideológico de cada cual). En definitiva, gran parte del juego partidista siempre es a cambio de hambrunas, del chantaje proteccionista y en retroalimentar lo que a estas alturas es por analogía: “folklore del pueblo”.
A la respuesta sobre el qué y el cómo de la motivación personal, es cuando se produce la inconsistencia en el periodista, propiciada principalmente por dictámenes y un largo servicio como tertuliano mediático. A partir de aquí, el sesgo de desconfirmación se vuelve tanto en un lado como en otro, su estado natural.
Sazonar siempre con algo de sofismo retórico
Ejercer el periodismo desde dentro será la suerte más plausible para todos ellos. Experiencias anteriores demuestran que la política no recluta. Tampoco, disfraza independientes qué, por norma general, expedita a muy corto plazo.
El regreso a la práctica informativa queda al albur del momento, a la correlación positiva de poderes y al matiz prolongado o no, de la exposición. Cierto que alguna de estas premisas tiene un valor continuo para el postulante, pero el paso por la res pública altera significativamente la razón primigenia de cualquier lógica formal.
No podemos olvidar ciertos perfiles que han dado muestras más que evidentes de cierta "recursividad política". Interiorizan su episodio o suceso político y lo procesan con tal circularidad que entran y salen a la espera de que, en una de tantas, el efectismo les orille hacia el disputado cementerio de elefantes.
Esta deriva, fruto de la precarización de los medios y sus profesionales, no es precisamente un juego de "suma cero". El futuro de una sociedad plural depende de hombres y mujeres crédulos de la prensa libre y de un mundo capaz. El riesgo, en este caso, es acabar normalizando según qué propensiones cercanas a un esencialismo relativista y/o sucumbir a la <idocia moral> expresión acuñada por el ensayista Norbert Bilbeny (2013), y que define como: "el peligro de aquellos que, elegidos para un cargo, son incapaces de distinguir las implicaciones éticas de sus actos y decisiones". Veremos…
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