La tortuosa campaña electoral a la que nos ha sometido Pedro Sánchez hasta las votaciones del 23J, se está deslizando por la pendiente de una frenética comparecencia de los líderes con el objetivo de ocupar la mayoría de los espacios televisivos y radiofónicos. Es innegable que el Hormiguero, hábilmente dirigido por Pablo Motos, es uno de los programas más atractivos por sus desenfadadas entrevistas y los divertidos entretenimientos en los que el presentador hace participar a sus invitados. Mi opinión personal es que este tipo de programas no es el escenario más adecuado para una campaña electoral.
Pablo Motos ha entrevistado también a políticos como Felipe González, Isabel Díaz Ayuso o Santiago Abascal. Sin embargo en esta ocasión me ha dado la impresión que era notoria su incomodidad y su falta de empatía con Sanchez y Feijóo. Creo que eso respondía a que la presencia de los dos candidatos en el plató, no era consecuencia de su invitación personal. El primero porque la desechó en más de una ocasión y el segundo porque todavía no le había dado la oportunidad de aceptarla, como con soltura y gracejo le interpeló Nuñez Feijóo.
El problema de Pedro Sánchez es que arrastra una pesada carga en su mochila, que no es otra que su falta de credibilidad personal. La credibilidad, según la RAE, es la “cualidad de ser creíble” y que “puede o merece ser creído”. Dice Mark Twain que “la credibilidad no se recupera una vez que se pierde”. Si no crees en una persona no confías en ella. Creo que resulta sarcástico que el presidente de gobierno, recurra a una fantasmagórica conspiración de la derecha económica y mediática para justificar la desconfianza que hoy demuestra tener la mayoría de los españoles en su persona. Precisamente es él mismo quien dispone, sin pudor alguno, de las instituciones y de un poderoso apoyo mediático público/privado para intentar rescatar su deteriorada imagen, que tanto rechazo genera allí donde acude públicamente.
Núnez Feijóo, sin embargo, destacó por su naturalidad, la claridad en sus respuestas y acertó en proyectar la imagen de una persona que con sentido común y probada experiencia de gobierno autonómico se ha convertido en una esperanza real para reconducir el rumbo de una España, que debe afrontar unos retos nada fáciles en la gestión de sus políticas internas como en la de sus relaciones internacionales. El 24 y el 31 de mayo de 1993, millones de españoles presenciamos el primer debate televisivo de nuestra democracia entre Felipe Gonzalez y Jose María Aznar. Dos políticos a los que les unía la idea de España y les separaba el modo de gestionarla, pero que nunca atravesaron la frontera del mutuo respeto y la corrección política, a pesar de la agresividad de sus argumentos. Los españoles necesitamos también que Pedro Sánchez y Nuñez Feijóo nos ofrezcan en sus debates, la posibilidad de contrastar la España real que cada uno percibe y cómo gobernarla, aunque hoy ya no sea difícil intuir esa percepción.
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