El pasado día 6 de julio yo escribía, muy ufano, jactándome de haber superado toda esta etapa sin caer en las garras del “bicho”. ¡Para qué dije nada! Desde entonces como fruta madura hemos ido cayendo mi nieta pequeña, una de mis hijas, mi esposa y, como colofón, yo.
Ya sé lo que es el tener el virus en tu interior. Supongo que muy debilitado por las vacunas. Pero he pasado tres días un tanto “chungo” con febrícula, sudores y un malestar general que, gracias a Dios, ya ha remitido.
Decía en mi artículo anterior que no deberíamos bajar la guardia. Cuanta razón tenía. Parece ser que el virus está por ahí aletargado y ávido de invadir a personas que se dejen llevar por los cantos de sirena de los que no les da importancia al tema y que, como yo, acaban cayendo en un contagio bastante puñetero.
Los “coches antiguos” andan muy bien pero tienen más propensión a las averías. Lo mismo nos pasa a los pertenecientes al “segmento de plata”. Tenemos buen aspecto, pero los mecanismos no están tan finos como antes.
De todas formas es una experiencia que puedo contar. Durante la pandemia extremamos los cuidados y pudimos pasarla sin complicaciones. Ahora hemos bajado la guardia y nos ha pillado el toro. Un palotazo leve y a otra cosa. A seguir la temporada.
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