Cada día, al abrir el correo o conectar el whastApp, me encuentro con un intento de sustraerme mis datos, entrar en mi cuenta bancaria, obligarme a cambiar de compañía de luz, gas o telefónica, recordarme que tengo un paquete pendiente, cambiarme las conducciones de gas, “regalarme” un seguro de vida o de muerte, etc. En una palabra: timarme.
Lo último que he recibido ha sido un mensaje de un “hijo mío” en el que me cuenta una triste historia de teléfono móvil mojado y la imperiosa necesidad de que le llame a un misterioso número. Este debe ser el timo de moda, dado que lo he recibido en dos ocasiones en menos de una semana.
No entiendo como en un país en el que nos tienen controlados todos los movimientos personales y económicos, las autoridades correspondientes no ponen fin a estas actividades fraudulentas que nos obligan a hacer caso omiso de cuantas preguntas, insinuaciones y deseos nos llegan a través de las redes.
En lo que va de año me “han requerido para diversas gestiones” desde la Policía Nacional, Hacienda, diversos bancos e inversores, toda una pléyade de señoritas de muy buen ver totalmente prendadas de mis encantos, millonarios extranjeros que han decidido dejarme su fortuna para que yo la administre, etc.
Ahora mismo, mientras escribo esta reflexión, acabo de recibir un mensaje chollo: “CONSIGUE UN SEGUNDO SALARIO. Invierte ahora 250 euros en Amazon Stock y recibirás un segundo salario de 1.500 euros CADA MES”. Me apresuraré a estudiar el tema.
En fin. Ellos se lo pierden. Conmigo que no cuenten para nada. Me he convertido en un negacionista de las compras por catalogo y de cualquier tipo de negociación en la que mi interlocutor no esté presente. Que se vayan a hacer puñetas los timadores. Estoy convencido de que van a por nosotros.
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