Llevo más de veinte años intentando transmitir “buenas noticias”.
Normalmente mis lectores las reciben con agrado. Algunos acostumbran a manifestar sus impresiones al leerlas cada domingo. Otros me consideran un meapilas y un ser utópico poco digno de tener en cuenta. Hubo un tiempo en el que un buen amigo decidió redactar una mala noticia semanalmente como contrapartida. Pronto se cansó.
Los que me conocen saben que mi paso por la facultad de periodismo, se basó en mi deseo de compartir la esperanza a través de mis escritos y, porqué no, en la utopía de dejar un mundo mejor a las nuevas generaciones. Como he podido comprobar con un éxito relativo. Pero suficiente para mí.
Creo que nos debemos conformar con transmitir nuestras ideas y deseos al metro cuadrado que nos rodea. Si somos audaces y tenemos buena voz o capacidad para llegar más lejos, a nuestro pequeño mundo.
Hay veces que después de publicar una noticia, algún lector manifiesta su rechazo por medio de un muñecajo del “guasat”. Personalmente me hace mucha gracia. Otros aprovechan el momento en que nos encontramos para comentarme su desacuerdo o criticar mi forma de redactar o, a veces, mi ortografía.
Creo que ese es el motivo principal que me invita a redactar estos escritos. Tanto para mí como para mis lectores, a dedicar unos minutos para pararse y pensar. Dos actividades a las que recurrimos en pocas ocasiones y que son un excelente ejercicio para la mente y el espíritu.
Vivimos en un mundo muy acelerado. Es necesario pararse de vez en cuando. Una vez despejada la mente… Pensar. A ser posible algo positivo. Las vacaciones son un buen momento para vivir esta experiencia.
Mi buena noticia de hoy me la transmiten esos centenares de personas que puedo ver cada mañana, a primera hora o al atardecer, sentados a la orilla de la playa. Están parados y pensando. Espero que coincidan conmigo en la búsqueda de la utopía.
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