No sé qué tipo de virus es el que se ha inoculado a la sociedad española y menos aún en qué laboratorio se ha podido fraguar, pero lo que no cabe duda es que está causando estragos en nuestro equilibrio emocional e incluso social. A la incapacidad manifiesta de nuestros dirigentes políticos para dialogar y llegar a acuerdos, se une una batalla ideológica que está fracturando peligrosamente nuestra sociedad, provocando una profunda sima entre los españoles. La incomprensión y el profundo malestar que se respira en el ambiente, nos está deslizando por una peligrosa pendiente hacia un indeseable enfrentamiento social.
¿Qué pensarán por ejemplo, nuestros jóvenes de los políticos que anteponen sus frívolas preocupaciones y debates, como el que se va a celebrar el jueves próximo en el plenario de Estrasburgo sobre el “piquito” de Rubiales, a los graves problemas que hoy les atañen? ¿Por qué ningún partido político se atreve a plantear y explicarles la necesidad de un pacto para el sostenimiento de sus futuras pensiones, en peligro hoy por el decrecimiento de la población autóctona, el estancamiento del crecimiento y la pesada carga que se está echando sobre sus hombros por el abultado endeudamiento? ¿Por qué no les explican nuestros políticos a los jóvenes qué se puede y se debe hacer desde los poderes públicos para afrontar los graves problemas que hoy sufren, como los de un incremento de la depresión y ansiedad por las condiciones de trabajo, la imposibilidad de acceder a una vivienda en alquiler o propiedad y la obligada dependencia a edades ya avanzadas, de sus padres?
En un interesante ensayo “La juventud atracada” del economista José Ignacio Conde-Ruiz, destaca en uno de sus capítulos el menor peso de los jóvenes en el electorado en relación con la generación de sus padres: los de 18 a 34 años han pasado entre 1980 y hoy, de ser el 35% de los votantes al 21%, mientras que los mayores de 65 han pasado del 16% al 25%. Esta transición demográfica, que sigue avanzando, puede explicar la indiferencia que afecta a las cuestiones que atañen hoy a las distintas generaciones. Mientras que a los mayores nos preocupan las pensiones o la sanidad, las generaciones más jóvenes se sienten más concernidas por la tecnología, la educación o el cambio climático.
Esto explica también la ausencia de reacción de nuestros jóvenes y el silencio de instituciones académicas como la Universidad que otrora fueron el motor de importantes cambios políticos y sociales. Lo curioso es que la actual clase dirigente de nuestra nación, proviene en su mayoría de las jóvenes generaciones de los dos partidos mayoritarios que se alternaron en el poder hasta hace unos años y sin embargo están demostrando una preocupante incapacidad para afrontar y ofrecer soluciones a los problemas “reales” de las distintas generaciones, entretenidos como están en debates estériles e ideológicos como el que se va a celebrar en el Parlamento Europeo.
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