Por desgracia, son muchas las personas que hoy día mueren en hospitales con poca presencia de su familia y sin un ambiente acogedor. Y eso es porque la muerte está proscrita en nuestra cultura. No me gustan esas colas de gente que va a ver a alguien cuando ha muerto, cuando podían haberlo visitado antes, mientras estaba enfermo. En esos momentos en que se dicen cosas muy “sentidas”, donde se sueltan lágrimas, me viene a la memoria un poema que leí titulado Ahora que estoy vivo:
“Prefiero que compartas conmigo unos minutos, ahora que estoy vivo y no una noche entera, cuando yo muera. Prefiero que estreches suavemente mi mano ahora que estoy vivo, y no que apoyes tu cuerpo sobre mi cadáver, cuando yo muera. Prefiero que me hagas una breve llamada ahora que estoy vivo y no que emprendas un inesperado viaje, cuando yo muera. Prefiero que me regales una sola flor, ahora que estoy vivo, y no que envíes un hermoso ramo, cuando yo muera. Prefiero que eleves por mí una corta oración, ahora que estoy vivo además deuna eucaristía cantada, cuando yo muera. Prefiero que me digas unas palabras de aliento ahora que estoy vivo, y no un desgarrador poema, cuando yo muera. Prefiero que me escribas unas cortas palabras, ahora que estoy vivo, y no un poético epitafio sobre mi tumba, cuando yo muera. Prefiero disfrutar de los más mínimos detalles tuyos, ahora que estoy vivo, y no de grandes manifestaciones de pesar, cuando yo muera”.
¡La vida nos da la hermosa posibilidad de demostrar nuestros afectos a los seres amados, no la desaprovechemos!
La muerte solitaria existe, y los voluntarios de muchas organizaciones hacen un servicio maravilloso, en muchos casos que están los enfermos recluidos en unidades hospitalarias, y los familiares no quieren saber el estado del enfermo. Incluso cuando llega el momento final, unos a otros se engañan ignorando una muerte inminente, que llega estando el enfermo solo. Ese ocultamiento de la certeza de la muerte está hoy muy generalizada, evitando el encuentro con los seres queridos en esos últimos momentos de la vida, cuando más necesaria es la compañía. La novela de Thomas Mann La montaña mágica habla muy bien de ello, de cómo las personas no tienen recursos interiores para pensar en la muerte, cuando en un sanatorio de tuberculosos alguien muere, se lo llevan por la puerta de atrás, y todos simulan que no ha pasado nada… es algo desagradable que no conviene mencionar. La muerte senil es parecida a las formas de demencia, por la degeneración física del cuerpo, aunque no afecte a la mente. Es un tipo muy común de muerte hoy día, por la mayor longevidad de las personas. Algunas personas tienen una muerte social antes de la física.
Sobre todo vemos esto en los que padecen Alzheimer. Incluso algunos no tienen presencia de su historia, recuerdo que Ronald Reagan o Adolfo Suárez no supieron en los últimos años de su vida que fueron presidentes de los respectivos gobiernos de USA y España. Y es muy importante la compañía de los seres queridos, en esos momentos de vejez o enfermedad. Pues el ajetreo de la vida exterior puede hacernos olvidar nuestras raíces, para ocuparnos de visitar a los padres cuando más nos necesitan.
Recuerdo a ese respeto otras palabras que corren por internet, sobre un anciano, que iba al geriátrico para desayunar con su mujer, que padecía de Alzheimer. Comentaba con un amigo: - “Desde hace dos años no me conoce ya; ni siquiera sabe quien soy”. - “¿Y tú sigues yendo cada mañana…? Pero si ella no le conoce…, ¿por qué vas?” El anciano sonrió y contestó: “- Ella no sabe quien soy, es verdad, pero yo sí sé quien es ella…”
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