Pertenecer a una familia numerosa, te permite vivir circunstancias que no se les pasa por la imaginación a la mayoría de las personas. En mi caso, el comienzo de este curso escolar ha generado una especie de tsunami multitudinario que ha tambaleado nuestras estructuras.
Cuando llega el mes de septiembre, los estudiantes de todas las edades se aprestan a iniciar el nuevo curso tras un paso a un estadio superior. Como es natural, todos lo hacemos con un pequeño temor ante el comienzo de un futuro desconocido. Tengo un nieto que se ha incorporado por primera vez después de la guardería. Otro que se ha incorporado a la clase de ¡cinco años!, otros que están en los diversos cursos de primaria, ESO y bachillerato. Tres que inician sus estudios universitarios, dos que están a punto de terminarlos, uno que está haciendo un master posgrado, tres que son profesores de distintos centros y yo. Toda una amalgama de docentes. Como he ido anunciando anteriormente, he cometido la locura de iniciar los estudios del grado de Historia en la UMA. Después de apenas meditarlo, he solicitado el acceso a esa facultad y heme aquí, como flamante alumno del primer curso. A lo largo de mi vida he experimentado este sentimiento en tres ocasiones. La primera cuando ingresé en la Escuela de Comercio con once años. Ocho cursos después me convertí en un flamante Profesor Mercantil. La segunda cuando, después de mi obligada jubilación, comencé a estudiar el grado de Comunicación Audiovisual y el Doctorado en Periodismo. Ocho años más en las aulas. Lo de esta vez ha sido aun más duro. A mi provecta edad, sentarme en los bancos de un aula -repleta de alumnos de alrededor de veinte años- es una situación cuando menos estresante. Una vez más, a lo largo de la pasada semana, he podido comprobar -con amor y temblor- mis escasos conocimientos en las materias que nos han impartido y el desparpajo así como la excelente formación de las nuevas generaciones. Mi buena noticia de hoy me la transmiten los profesores y los compañeros que me han acogido con respeto y cariño. La capacidad de integración con gentes de todas las edades, que me ha acompañado desde siempre, y la cercanía de muchos de ellos que me han asaeteado a preguntas sobre mi pasado, mi presente y mi futuro. Veremos que nos ofrece este curso de “novatos” para mis tres nietas y para mí. Espero disfrutar de una nueva experiencia como alumno, desde el punto de vista de un casi octogenario que les transmite buenas noticias a través de sus escritos. Seguiré informando.
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