La tentativa de incrementos salariales para el Ejecutivo y el Congreso, impulsados por los mismos interesados, soliviantaron los ánimos de la opinión pública paraguaya en este inicio de semana. Los aumentos solo para algunos son generalmente mal vistos por la ciudadanía y los referentes gremiales, dado que van en contra de los discursos que pregonan austeridad para otros rubros, aunque la doctrina no siempre la aplica el oficialismo a sí mismo.
A solo dos meses de asumir el Gobierno de Santiago Peña, el sector oficialista cayó una vez más en contradicciones revocando sus propias propuestas y contradiciendo sus discursos. En el campo diplomático, el gobierno se inauguró con una enérgica barrida de funcionarios, pero posteriormente se reintegró a quienes demostraron tener el peso suficiente para torcer el brazo del titular del ejecutivo.
Lo mismo sucedió con leyes que pretendían desafectar propiedades estatales para beneficiar a privilegiados, y ahora se da marcha atrás en aumentos salariales auto asignados en medio de un maremar de negaciones y desmentidos.
La cuestión de asignaciones y salarios a las autoridades ha jugado, ciertamente, un papel fundamental en la historia de los conflictos políticos paraguayos.
Ya en 1912, ante la imposibilidad de financiar un golpe de estado, los subversivos garantizaron la devolución de un préstamo autoasignado cargando la deuda sobre las escuálidas arcas fiscales. A principios de la década de 1920, una corrida de los bancos dominantes en el sistema financiero paraguayo, el PARAGUAY ESPAÑA y el MERCANTIL, gestó al decir del entonces ministro de Hacienda una crisis “peor que diez revoluciones”.
La situación fue tan grave que no hubo dinero para salarios de los mismos funcionarios, y en efecto, un periodo que solo debía haber completado un presidente tuvo cuatro titulares al frente del ejecutivo; Manuel Gondra, Félix Paiva, Eusebio y Eligio Ayala. En tanto ellos se alternaban alegremente en la presidencia, una guerra civil estalló y fue, efectivamente, peor que otras diez revoluciones sumadas en la historia del Paraguay.
La crisis generó un enfrentamiento armado entre dos facciones del mismo partido gobernante, el Liberal, y la guerra civil causó daños materiales que superaron a la guerra internacional que enfrentó a Paraguay y Bolivia de 1932 a 1935.
Se utilizaron e inutilizaron armamentos de gran poder destructivo, como el cañón más grande de Sudamérica, y se produjo el primer combate aéreo de la región, además de destruirse numerosas aeronaves, embarcaciones y armamento en una apocalíptica interna liberal.
Como saldo quedaron destruidos puentes,caminos, edificios en zonas urbanas y se inutilizaron centenares de kilómetros de vías férreas.
Luego de la posterior guerra con Bolivia, la asignación de salarios volvió nuevamente al tapete para ser entre otros, el detonante de un golpe de estado en febrero de 1936.
Cuando terminó la guerra del Chaco nuevamente bajo gobierno del Doctor Eusebio Ayala y el Partido Liberal, para congraciarse con quien se suponía el principal espadón del país , se votó en el Parlamento la suma de un mil quinientos peso oro sellado en forma vitalicia para el General José Félix Estigarribia. Esto mientras el pueblo estaba hambreado a consecuencia de la guerra retaceándose el pago de haberes a los ex combatientes por sus servicios prestados en la contienda, y haciendo oídos sordos a demandas de los mutilados de guerra para comprarse un par de muletas o una pierna de palo.
El argumento también fue entonces la crítica situación del país al terminar la contienda, pero ya sabemos que se trata solo de un discurso para consumo ajeno.
Pretextos que vuelven a repetirse al cabo de tantas décadas como pasado servido en copa nueva. El fantasma de comprar conciencias, dignidades y complicidades para la posterior repartija del presupuesto ha sobrevolado de nuevo hoy como ayer, sobre la clase política paraguaya, como una sombra siempre dispuesta a volver. LAW
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