Pienso que si hubiera justicia serían innecesarias estas instituciones. Desgraciadamente, una gran parte de la humanidad pasa hambre. Y no es necesario desplazarse a países lejanos. Tan solo hay que mirar un poco a nuestro alrededor. Por eso tienen que estar aquí. Un año más, me he puesto el peto y me he convertido en un “comando informativo” junto a la caja de un supermercado. A lo largo de la mañana una serena alegría te va invadiendo a medida que observas lo buena que es la gente. Ya saben que yo defiendo desde siempre que “to er mundo e güeno”. Los más recalcitrantes tan solo necesitan que le despertemos su capacidad de reaccionar positivamente. La solidaridad funciona. Hoy he podido observar como una cajera de un supermercado invitaba a dejar “un eurillo” para alimentos a cuantos pasaban por su maquina. Y como la gran mayoría de ellos le respondían con un sí y con una sonrisa. Especialmente los más mayores. Actitudes como estas me vuelven a hacer creer en la humanidad. Con un poco de buena voluntad se consiguen solucionar un montón de problemas. Mi buena noticia de hoy me la ha proporcionado esa cajera: Ana y esa señora mayor que se ha vuelto desde la puerta y me ha dado, mientras quería disculparse, un euro y 45 céntimos. El famoso “óbolo de la viuda”. Han hecho realidad las palabras del Evangelio: Venid benditos de mi Padre porque tuve hambre y me distéis de comer”.
A pesar de las dificultades, de los políticos y de mi dolor de espaldas… hoy me siento feliz.
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