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Poemas de Luis Gilberto Caraballo

Poesía
Redacción
lunes, 11 de diciembre de 2023, 11:56 h (CET)

“El vagón”


Somos uno

Aunque nos bajemos

en distintas

direcciones

seguiremos siendo un único

ser


La sed palpita desde la noche

una luciérnaga pasa dando vueltas con su ilusión

y un tren aparece por la boca del horizonte.


Lleva atada una historia.

En uno de sus vagones

dos pasajeros descienden y se evaden con

miradas cercanas,

cada uno va en dirección contraria.

Uno es abrazado por la música de la piel,

el otro despeina y larga una risa contra el viento.


Dos ojos lo miran llegar desde un ventanal,

apresurados van sus pasos,

como si se hubiesen derretido glaciares.

Va entonces hasta su centro,

lo busca por donde sospecha su risa estrecha.


Se van tomados por la luz hacia la noche

abierta.


El tren limpia con su sonido

el murmullo de los andenes

bajan las contrapuertas.


Las vagones vacíos se llenan de nostalgias

la historia sigue sin pasajeros.

Mientras ellos descansan

desnudos, mirándose

llevan adentro el viaje les sobrevive.


Del poemario Rafagas. Editorial Tierra Árida: Caracas, Venezuela, 2022.


“Celajes del trinar”


Si tus ojos oyeran el cantar del pajarillo.

Si tus ojos tuvieran oídos,

Si reconocieran al sol

Con la misma dulzura que en un mi

Con la textura de un re.


Si vieran el alma de un si

si contuvieran al amor entre un la.

Si remaran por el mar,

con solo ver

con solo estar en la noche oliendo a libertad,

atados en un fa al nacer. .


Y cómo no dejar entrar a la luna

por un portal,

convenciera al plexo

desanude su caudal.

Su diástole

su sístole, su diatriba de amor.

De bogar en las alturas

de una cresta del pentagrama,

y volar como un pajarillo

de iluminadas

palabras, por lo ojos del mirar.


Si contuviera un doremifa

si dormitara en tu sueño.

Si anidara en la plaza

por donde camina la fe, por donde se asiste a la esperanza

por donde nace el sol

por donde enlazamos

la voz.


Y cómo quisiera cantarle

con los ojos

a la Noche

al sueño, al claroscuro

de un atardecer.

Al alba de un amanecer

al despertar de un grito por

la esperanza del hombre,

por el vivir

y soñar.


Y tocar tus manos con un la

con solo mirar,

y alzar nuestro cuerpo

en vuelo,

hasta silenciar

al miedo.


Y que muera el silencio,

el lamento

y que anide el desnudar

al sueño en libertad.


Del poemario, Celajes de la noche. Edición Sultana del Lago: Maracaibo,

Venezuela, 2022.


Poemas a un árbol


Aprendí algoritmos que me explicaron parcialmente algunas cosas y no pude tomar nunca en ellas un tren sin que sintiera que habían muchos asientos vacíos como si no hubiesen suficientes pasajeros mirando la ventana pasar como si hubiese elegido un racimo de palabras y estas estuviesen en un lugar mostrando la soledad de sus jardines el esplendor de su viaje el río de sus sílabas el sentido de su alarido el silencio de sus letras no pude mirar en el tren sin escrutar su silencio la voz de aquella distancia el sentido de la imagen en mis ojos clavaron los algoritmos el tiempo inexistente nació de aquella soledad prendo su arcoíris el silencio que azotan la mirada que busca entender aprender a conocer sus hebras la lluvia y sus acordes de guitarra.


Dos

En círculos intentando alcanzar la noche en el cielo de la memoria y cuán lejana y distante tan adentro en mi latir tus letras como soplos de mar olorosas a tempestad de estrellas círculos aromada de luna tan diluida en cada sílaba tan íntegra en el poema de tu oscurana semblante de astros ardiente tu voz en el epígrafe tu rio griego dejado por las escrituras del que hablaba Pitágoras en su geometría de cielos en su niñez trazaba un cubo en la ciudad de Atenas en su silencio cada arista un epígrafe en la mirada de aquellos ojos tomado de algún cometa en el árbol veo sus porvenires como metáforas plateadas de hojas lúcidas los espejos de algún planeta dejado en órbita del poema calando con sus giros versos volviendo el canto en el ramaje del árbol un lugar una jaula abierta y en tu corteza la que se dibuja en arameo en alguna voz distinguida de orquídeas quienes me escriben con sus labios sus besos aromados en mis manos mis yemas tintan de letras el muro de la noche un eco en el latir de mis pasos.


Tres

En círculos intentando alcanzar la noche en el cielo de la memoria y cuán lejana y distante tan adentro en mi latir tus letras como soplos de mar olorosas a tempestad de estrellas círculos aromada de luna tan diluida en cada sílaba tan íntegra en el poema de tu oscurana semblante de astros ardiente tu voz en el epígrafe tu rio griego dejado por las escrituras del que hablaba Pitágoras en su geometría de cielos en su niñez trazaba un cubo en la ciudad de Atenas en su silencio cada arista un epígrafe en la mirada de aquellos ojos tomado de algún cometa en el árbol veo sus porvenires como metáforas plateadas de hojas lúcidas los espejos de algún planeta dejado en órbita del poema calando con sus giros versos volviendo el canto en el ramaje del árbol un lugar una jaula abierta y en tu corteza la que se dibuja en arameo en alguna voz distinguida de orquídeas quienes me escriben con sus labios sus besos aromados en mis manos mis yemas tintan de letras el muro de la noche un eco en el latir de mis pasos.


Cuatro

Mi pecho se ha hecho un amasijo de silencios a la espera de la tarde con sus ojos de lluvia quieta carga en el bosquejo nubes de atajos y una frente de aire poblada con olores a brasas dolientes viene en medio del tiempo intentando bailar con la brisa cae con un lirismo de espanto en el árbol se abren las jaulas de los recuerdos y vuelan los pájaros a los matorrales lejanos con ojos de empeño y deudas en el pico el canto abierto en el cielo como pincel de piel limpia y corteza de abrigo aromado para la noche secreta de una Caracas sedienta mi pecho ha subido hasta el último escalón se ha vuelto un cielo sin regreso parece un sueño una hamaca mecida en la montaña azul que vuela entre las nubes y el árbol me trae de vuelta con su rostro de abadía a sus raíces en la memoria canoas de río venas de horas que pasan muy adentro en la selva del alma y van mirando el espejo de su silencio van con las gotas lloviznado el camino de recados que traen consigo el vuelo de los pájaros ni se siente se fueron a otro tiempo a volar sus alas de obsequios y su canto con la noche.


Cinco

Cuando el mundo era mundo y el muro era de esclavos y tabúes de tierras en sed asoleadas hasta el silencio nacieron poemas de esencia en el arraigo en el grito de un puñal adosado en el vientre del vacío en la pulpa de la mirada la luna había crecido hasta los confines del cielo era habitada por duendes y sangres eran las venas de la noche que en silencio se habían convertido en versos en el ramaje de un árbol nacido de una tierra fértil era la esgrima del suelo entre un animal primitivo y el eco de un espejo volviéndose rostro en el pozo del estanque brotaron las palabras brotaba el delirio de un cielo tomado de pasión y sangre avezada un torrente de cantos y metáforas de mares y adagios se hicieron en la noche la poesía era el silencio de la memoria el hilo mágico del río que el corazón guarda en arraigo de una tierra desnuda en la intemperie del cielo adeuda un cauce que se ha ido a otro lugar a enjuagarse de idiomas a volver la mirada en la elegancia de sus letras se siente venir palabras y destinos destierros y sentires amaneceres y noches con un brote tomado por la noche arqueada por la flecha de un infinito enclavado en lo difuso en lo inconcluso en la intolerancia de lo salvado en la herradura de un alazán sin rumbo por el llano temido de espantos y nubes destinadas a volverse espejo de otra tierra distinta indescifrable viaje que en versos cala en la penumbra.


Seis

Vi gemir con sutileza el humo de una cafetera puesta sobre los troncos de una vieja rama del árbol y el sol durmiente había alzado su ardor hasta hacer gemir la tapa del camino parecía un frasco de acertijos así entre aquel cielo poblado de motas blancas desnudas y sin destino cierto y el andar sobre un cemento lleno de césped brotado de hierbas y flores del tiempo el doliente amor de la tierra pulsando el cielo desde lo más febril crecieron en silencio y desde los recuerdos se hizo el aroma en sílabas en los ojos caían los labios en el sabor en las palabras del café el tiempo bailaba sus horas y al lado en las ramas yacía un pájaro de copete amarillo brillando con su linaje de estatua patria mis ojos se encendieron cayeron en el puerto donde el azulejo posa sus patas en el árbol tañido de relojes y horas desconocidas y el encuentro se hace llama bramas de un sueño que asoma sus nubes y el cielo se puebla de versos mis ojos temblaron y desaparecieron en la visión del ramaje quedaron aquellas letras colgadas del iris mientras mis pasos seguían al parque en su delirio.


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©️ Luis Gilberto Caraballo de un libro inédito

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Es domingo por la mañana y el frío no cede ni un ápice en la temporada invernal. La posibilidad de dejar las sábanas para empezar un nuevo día con optimismo se ve tan lejana como si se tratara de viajar a la luna, pero ya son las nueve y de un momento a otro Inés pasará por él para ir a desayunar.

Como deshacerme de ella, si odiándola sigo, ese sentimiento está conmigo... Sé que debo olvidar este sentir que detiene mi corazón, que me ha hecho mal.

La ciudad de Guadalajara, capital de Jalisco, México, es, sin duda, un punto de referencia importante a nivel nacional e internacional. Se le conoce de diferentes maneras, como “La Ciudad de las Rosas”, “La Perla Tapatía”, “La Perla de Occidente” y otros simplemente le dicen “Guanatos”. Recuerdo en mi infancia recorrer sus calles caminando desde San Juan de Dios hasta Chapultepec o las veces que iba en bicicleta desde La Aurora hasta La Minerva.

 
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