Cada Nochevieja miles de familias españolas y latinoamericanas celebran el fin de año y el comienzo de uno nuevo tomando las uvas mientras suenan las campanadas. Y el acontecimiento más popular no es otro que el de la Puerta del Sol de Madrid, que congrega a miles de personas y que es retransmitido por todas las cadenas de televisión de ámbito nacional.
Pero, ¿cuál es el origen de esta tradición? Se apuntan dos teorías. Una supuso su principio, posteriormente, la otra la popularizó y extendió. Corría el año 1882 cuando todo surgió como una queja sarcástica tras la prohibición de los festejos callejeros por la celebración de la festividad de Reyes Magos en la capital, debido al ruido y algarabía que se producían, mientras que la alta burguesía continuaba haciendo fiestas privadas en las que se bebía champán y se tomaban uvas como acompañamiento.
Este suceso provocó una reacción irónica de los ciudadanos por la distinción de clases, ya que no se podían permitir el lujo de celebrar ese tipo de fiestas y varios grupos de madrileños en señal de protesta y haciendo caso omiso a las restricciones del consistorio municipal, cuyo alcalde era Jose de Abascal y Carredano, decidieron reunirse en la Puerta del Sol para escuchar las campanadas del reloj el 31 de diciembre y comenzaron a comer uvas y beber champán como burla de la costumbre aristócrata copiada de Francia.
Y fue a partir de ese momento cuando en años posteriores la gente empezó a acudir a todas las plazas mayores de las grandes ciudades para repetir la novedosa celebración, extendiéndose paulatinamente al resto de España. Durante cierto tiempo se mantuvo el carácter burlesco pero acabó normalizándose como una tradición que se mantiene en nuestros días.
A finales del siglo XIX muchas personas procedentes de otra partes de España comenzaron a desplazarse hasta Madrid para celebrar el fin de año y el comienzo del siguiente en la Puerta del Sol. Y a principios del XX la prensa se hacia eco del importante arraigo de la costumbre.
El excedente en la cosecha
La otra teoría, que supuso el definitivo espaldarazo para afianzar la tradición que ya se había gestado, señala que se comenzaron a tomar uvas de forma multitudinaria en la Nochevieja de 1909, debido a un importante excedente de la cosecha de vid en la zona levantina, concretamente de la uva blanca Aledo originaria de la comarca del Vinalopó en Alicante, lo que hizo que para dar salida al sobrante de este producto los agricultores idearan una campaña masiva de venta, relacionando este fruto con las celebraciones navideñas y con la buena suerte, tomando una uva por cada una de las doce campanadas.
Es decir, asemejaron la tradición a los buenos presagios, simbolizando que cada uva tomada debía ir acompañada de su correspondiente deseo para cada uno de los doce meses del siguiente año. De hecho, este fruto históricamente siempre se ha asociado a símbolos positivos como la unión, la alegría, el placer o la abundancia.
Como curiosidad cabe apuntar que hasta el propio rey Alfonso XIII, aprovechándose de esta circunstancia, contribuyó a afianzar este hábito pidiendo y animando a la población al consumo de este producto.
La tradición ya existía pero este episodio la extendió. Posteriormente, con la aparición de la radio y la consiguiente transmisión de las campanadas muchas de estas celebraciones se trasladaron al ámbito de lo privado y familiar y la primera retransmisión televisiva de las mismas se realizó en 1962, de una forma muy simple con la imagen fija del reloj de la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, complementada con la locución en off de un narrador.
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